La tribuna de Viva Sevilla

Las conductas antisociales en la juventud

Las estadísticas reflejan que las conductas antisociales propias de la adolescencia, y en gran medida realizadas por casi la totalidad de los jóvenes, no van más allá de delitos leves e incluso de comportamientos no penados por la ley.

Las conductas antisociales son frecuentes en la adolescencia, pero conviene prevenirlas y abordarlas desde la base del conocimiento y siempre analizando el comportamiento de forma individual y atendiendo al contexto, ya que todo varía según las circunstancias.


Aplicar doctrinas con generalidades aumenta siempre las probabilidades de error. La juventud forma parte de la naturaleza humana, y en su desarrollo hay comportamientos difíciles, motivados por multitud de factores, pero en la mayoría de las ocasiones los problemas son leves y se pueden corregir si se atajan a tiempo y se abordan con normalidad.


A día de hoy son muchas las voces que proclaman una educación cívica y basada en valores que ayuden a combatir y prevenir la aparición de conductas antisociales en nuestros jóvenes, conductas presentadas en los medios de comunicación que conducen a la alarma social y a una criminalización de la juventud.


En algunos casos es comprensible por la gravedad de los hechos, pero no así en otros, porque, ya digo, generalizar da lugar a equívocos. Hay casos extremos, como el crimen de la catana -acontecido el 1 de abril de 2000-, o el de las niñas de San Fernando-sucedido el 26 de mayo de 2000-, el asesinato de Sandra Palo -ocurrido en mayo de 2003- o el reciente caso de Marta del Castillo. Nos hacen plantearnos una y otra vez hacia dónde deriva la sociedad actual.


Pero, ¿es acertado tener una visión negativa de la adolescencia? ¿Están generalizadas las conductas antisociales? ¿Toda conducta antisocial es un problema o a veces pertenecen al natural y necesario desarrollo personal? Sin duda, estas preguntas conducen a la  necesidad de conocer la naturaleza del comportamiento antisocial adolescente antes de tomar ninguna decisión respecto a su  prevención o eliminación.


El caso es que es importante comprender que las conductas antisociales que implican delitos graves, como las manifestadas en los casos anteriores, no son comunes durante la juventud, sino que constituyen hechos aislados e infrecuentes.


Las estadísticas reflejan que las conductas antisociales propias de la adolescencia, y en gran medida realizadas por casi la totalidad de los jóvenes, no  van más allá de delitos leves e incluso de comportamientos no penados por la ley. Por ejemplo, gritar, discutir con los progenitores, saltarse la hora de llegada a casa o no respetar ciertas normas de convivencia son conductas normales en la juventud, de modo que aunque haya que corregir estos determinados tipos de conductas por su gravedad no conviene caer en el alarmismo.


Estas conductas antisociales de carácter más leve cumplen determinadas funciones evolutivas como posibilitar el paso a una etapa más madura, facilitar el sentimiento de pertenencia a un grupo, así como promover la experimentación necesaria para el desarrollo de las competencias que faciliten el logro de una identidad personal.


No se trata de defender una postura permisiva hacia la presencia de comportamientos antisociales en adolescentes, ni mucho menos, sino más bien de poner acento en la necesidad de analizar bien la naturaleza del comportamiento juvenil para abordarlos desde su significado real. Para evitar la distorsión. Antes de cualquier actuación es necesario analizar las circunstancias y determinar si suponen una desviación del comportamiento normal o, por el contrario, son parte integrante del mismo. Sin duda, el tipo de intervención a desarrollar dependerá de ello.

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