La tribuna de Viva Sevilla

El éxito en la vida

Unos buenos resultados académicos no garantizan el éxito en la vida; sin embargo, condicionan la convivencia en las familias y generan enormes dosis de ansiedad. Una prueba realizada con un pastel a un niño de 5 años, es más fiable para predecir su éxito que los test de Coeficiente Intelectual.

No importa tanto educar en el conocimiento como educar en la felicidad”
‘Inteligencia natural’, Toromítico 2013

 

Vivimos tan angustiados por “aprobar”, “ser el mejor”, “competitividad”, “notas de corte”, que se nos olvida algo tan sencillo como que no todos los niños son genios, ni tienen por qué serlo; que lo importante es educar personas capaces de ser felices en la vida . Y es algo posible, necesario y urgente. 


Unos buenos resultados académicos no garantizan el éxito en la vida; sin embargo, condicionan la convivencia en buena parte de las familias y generan enormes dosis de ansiedad. Hoy sabemos que una prueba realizada con un pastel a un niño de cinco años, es más fiable para predecir su éxito en la vida que los famosos test de Coeficiente Intelectual con los que nos clasificaban en el Cole. Todos conocemos a personas con expedientes extraordinarios que han fracasado estrepitosamente en la vida, y a otras que, con evaluaciones normales,  han triunfado y los vemos felices. ¿Por qué?


Cuando nos sentimos amenazados, por ejemplo, el cerebro se bloquea, se sitúa en “modo supervivencia”. Un niño que se siente solo llora; en ese momento es imposible aprender nada porque lo que necesita es recuperar la seguridad, sentirse protegido. Cuando está tranquilo, su cerebro se sitúa en “modo aprendizaje” y su curiosidad innata lo lleva a la exploración y al conocimiento. Y esto que es evidente en un niño, ¿no nos sucede también a los adultos? Es difícil educar bien sin hablar de autoestima, positivismo, asertividad, empatía, constancia, resiliencia, “aplazamiento de la recompensa” o automotivación...


Díganme, ¿de qué sirve el mejor motor si no le ponemos ruedas a un coche?, ¿de qué nos sirve el mejor coche si no sabemos dónde queremos ir? Además de conocimientos, de desarrollar nuestra inteligencia cognitiva, la que se mide y  se evalúa en los centros escolares -por mucho que ahora oigamos hablar de “competencias”-, necesitamos acompañar el crecimiento de otras inteligencias y habilidades, capacidades del ser humano que le permitan adaptarse al mundo y ser capaz de soñar y acometer un proyecto de vida con una sonrisa en la cara. El mundo es un asco, me dicen, ¿y qué?, no puedo cambiar el mundo, pero sí me puedo cambiar a mí, y ayudar a quienes me rodean. Y el camino más largo empieza por ese primer paso, la ilusión.


En Inteligencia natural,  de la mano de la ciencia, vemos cómo podemos canalizar el magnífico potencial del cerebro para una vida más plena gracias a la educación que ofrecemos desde la familia,  los centros educativos y la sociedad, desde la convivencia.


El equilibrio entre inteligencias (cognitiva, emocional, social y moral) es la pieza clave del método que os propongo. Pero cada una de ellas evoluciona a un ritmo diferente,  determina conductas, acciones y reacciones en las distintas etapas de crecimiento; son imprescindibles, pero comportan sus propios riesgos. Es cruel, por ejemplo, decirle a un niño que 'los hombres no sienten miedo', porque es inevitable que lo sienta y solo lograremos que se menosprecie en una etapa crítica de la infancia; o conviene saber que el control de los esfínteres no depende solo de la voluntad del niño, sino de la madurez de la espina dorsal. De ahí que sea tan importante comprender cómo crece, siente y  piensa un niño en cada etapa para educar en armonía.


El método Inteligencia natural nos dice qué podemos hacer, y se basa en una técnica tan sencilla como estimular las capacidades y evitar limitaciones transmitidas desde la negatividad, la inseguridad, la impotencia o la desesperanza. Y esto tanto en el desarrollo mental como físico. Y lo más importante, podemos lograrlo a través de la convivencia con fórmulas sencillas y mucho sentido común. El optimismo y la constancia harán el resto.

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