El espacio se configura en una especie de ranking, y te van contando del diez al uno los argumentos que dan razón de ser a su propuesta televisiva. Sin embargo, hay algunos aspectos que no terminan de cuadrar. Para empezar, las imágenes seleccionadas del pueblo para ilustrar todo el programa parecen captadas sin otro criterio que el del apremio: calles de escaso valor estético e intrascendencia turística, planos tomados en horas poco apropiadas, y, sobre todo, ausencia de monumentos y parajes primordiales. Pero lo que termina por llamar poderosamente la atención es el criterio seguido a la hora de establecer el ranking por el que se rige el programa: las votaciones efectuadas a la página web del programa o a través de sus perfiles en Facebook y Twitter. Oh! Internet, ilumínanos con tu poso de sabiduría una vez más.
Y, claro está, la dictadura digital responde a corrientes organizadas, no a criterios objetivos, y bajo la excusa de “esto es lo que nuestros internautas han elegido”, nos encontramos con auténticos despropósitos como los del programa en cuestión, en los que la mitad de los argumentos resultan tan vacíos como intrascendentes y terminan por hacer que te sientas un extraterrestre la próxima vez que visites esa ciudad, porque en muy poco se parece a lo que tú has conocido o a lo que consideras que hay que realzar, en especial pensando en sus atractivos turísticos, que es la auténtica esencia última del programa.
Lo cierto es que hemos llegado a un punto en el que no vamos a un restaurante nuevo sin consultar antes los comentarios que hacen otras personas del mismo en un foro, que no vamos a un crucero o a visitar un país sin ver antes qué dicen otros paisanos que han pasado por allí antes; un punto en el que internet ha terminado por tomar las decisiones por nosotros y ya no sé cuándo éramos más tontos, si cuando nos lo organizábamos todo por nuestra cuenta e íbamos a la aventura, o ahora que nos fiamos de un anónimo porque ha vivido la experiencia antes por nosotros. Y eso va también por los que ahora hacen programas de televisión como si fueran incapaces de tener identidad propia y delegan toda la responsabilidad en los que han votado eligiendo los contenidos, los emitan después en alta definición o a 700 herzios.
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