Patio de monipodio

Especialización

Nadie sabe de esto más que yo. Nadie me puede decir lo que debo hacer… Esta empresa la fundó mi abuelo, la continuó mi padre…

Nadie sabe de esto más que yo. Nadie me puede decir lo que debo hacer… Esta empresa la fundó mi abuelo, la continuó mi padre…” “Y yo la he hundido”, le faltó decir al autosuficiente personaje. “No necesitaba” publicidad, ni marketing, ni publicity, ni asesoramiento organizativo. Estaba convencido de que, con manejar la fabricación del producto, tal y como lo había hecho su abuelo cien años antes, todo lo demás debía estar subordinado. Un comportamiento frecuente en tenderos empeñados en creerse empresarios. Variante suya es el especialista-yoísta: -“Yo sé hacer (…)”. “-Esto es lo que yo domino”. “-Ese negocio no lo conozco”. “-No me meto en negocios extraños”. (Extraños a su escaso conocimiento, se refiere). En uno y otro caso, incapacidad para aprender, de autocrítica, de adaptación. Incapacidad, también, para delegar.

Si ciertos fabricantes de piensos para ganado, hubieran pensado igual cuando les ofrecieron la compra de una pequeña Central Lechera, hoy seguirían vendiendo piensos (si acaso), en vez de regentar la primera o una de las primeras empresas lácteas de España. Tuvieron capacidad, empuje, iniciativa. Y supieron escuchar y rodearse de las personas adecuadas para convertir en éxito su decisión, en vez de vivir una aventura. El personalismo  derriba proyectos; siempre es malo para el propio personalista. Es un egoísmo que labora contra el egoísta. El personalismo, que impide confiar para delegar responsabilidades, sólo es un grave defecto: incapacidad y falta de seguridad en sí mismo.

En mercados más avanzados, la especialización quita iniciativa al operario y, con ello, limita sus salidas. Le hace dependiente porque sólo especializa al trabajador, pero las empresas abarcan varios sectores para aumentar sus posibilidades de crecimiento, incluso en situaciones críticas. Aquí, como ni siquiera copiar saben, también la practican, pero consigo mismo. Se cierran salidas porque se encierran en un segmento: el que dicen conocer. Aquí especialización es reducción y la reducción no es una virtud, es todo lo contrario. Muchas grandes empresas, no sólo se limitan a un sector, sino incluso a un producto. Y, peor aún, no sólo huyen de la diversificación, sino que la aborrecen, le traspasan una negatividad, en realidad propia del personalismo. Una empresa no puede subsistir a la espera de la decisión personal de cada mañana. Ni subsiste mejor atada a un monocultivo, por muy productivo que pueda ser en determinado momento. Es el error de las promotoras y constructoras quienes, a lo expuesto más atrás, suman su personal avaricia especulativa. Incapaces de invertir en otros campos para minorar riesgos, se hacen esclavas de la especulación y dañan al Estado al seguir reclamando prerrogativas, pese a la imposibilidad de vender, por las condiciones del mercado y la abultada oferta existente.

Mientras muchos, muchísimos empresarios, gestores y consejeros, sigan considerando negativa la diversificación, la empresa tiene muy crudo el crecimiento. Mantener el monocultivo de la construcción, únicamente puede empeorar la economía, pues sólo una producción creativa es capaz de generar plusvalías.

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