Patio de monipodio

No venden

La intoxicación informativa, tan antigua como la vida, tan buen recurso en guerras armamentísticas y económicas, es mucho más ruin y más peligrosa que la propia guerra...

La intoxicación informativa, tan antigua como la vida, tan buen recurso en guerras armamentísticas y económicas, es mucho más ruin y más peligrosa que la propia guerra. Digan lo que digan el Gobierno, los bancos, las inmobiliarias y algún beneficiado en la política de mentiras, lo cierto es que los miles de viviendas acumuladas siguen sin venderse. Hace unos días, un “especialista” de una cadena de inmobiliarias, apoyaba de forma contradictoria al SAREB, en su intención de derribar en 2016 las viviendas no vendidas, en vez de adjudicarlas a precio verdaderamente asequible a familias y personas necesitadas, lo que permitiría recuperar numerario con las ventas y alquileres, y ahorraría el elevadísimo costo del criminal derribo.

En el país de los ciegos el tuerto es rey. Y ¿en el de los imbéciles? ¿Y en el de los corruptos? El Gobierno prefiere derribar viviendas ya construidas, en vez de resolver el problema creado por la ineficacia hija de la avaricia especulativa. Y el “avispado empresario” (aquí se llama “empresa” a cualquier cosa), siguiendo la moda de cubrir una mentira con otra mayor, intentaba justificar la contradicción con otra: hay un parque de viviendas nuevas, vendible. (Posible, ni se le ocurrió mencionar “probable”). Y otro que nadie quiere por su “mal estado” que es preciso derribar. No aclaraba si en los solares subyacentes se construirían parques, si se devolverían al cultivo o se harían nuevos y modernos bloques, “para convertirlos en vendibles” añadidos a la lista de invendidos; ni si sería necesario destruir todos los bloques dónde haya una vivienda antigua no vendida. Tan inteligente derribador, no ha caído en la cuenta de la imposibilidad de derribar selectivamente pisos situados dentro de un bloque.

Cuando unos cuantos millonarios del Este compraron chalés en la costa, hicieron “estadística común”, para trasladar el porcentaje generalizado, como si el 5 por ciento de la venta efectuada en tres zonas costeras, fuera aplicable a todo el territorio. Con esa maniobra y continuas mentiras sobre falsas subidas de precios, creen poder sostenerlos y ocultar su constante caída, con el innoble afán de mantener los altos precios especulativos. Y el Gobierno, como ya nos tiene acostumbrados, marca cartas… para defender la especulación. Para ayudar a mantener precios altos, en beneficio del alto número de viviendas en manos de bancos y otras usuras, incluso posibilitar esa subida, si ello fuera posible.

En plena burbuja, el coste real de construcción de un piso de 90 metros, rondaba los setenta mil euros ¿dónde va la diferencia hasta los ciento veinte mil, mínimos, en que todavía se ofrecen 70 metros? En España se consume el doble de cemento que en Francia, mientras se ejecutan (qué palabra tan definitoria) 40.000 desahucios al año. En tan rentable acto, los bancos bajan el precio a las viviendas desahuciadas, pero las mantienen en sus manos, o las dan a fondos auto-denominados “de inversión” para subirlas en la venta. Y el Gobierno, fiel servidor de sus amos, lo consiente y estimula.

Consecuentes, los servicios ¿sociales? recomiendan “compartir” piso. Nuevo eufemismo con que adornar el paso atrás de vivir en una habitación.

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