Patio de monipodio

Escandaloso

Lo comentábamos en este mismo espacio, con motivo de la exposición callejera del Colegio de Arquitectos: “santificar” la ramplonería, aplaudir la línea recta...

Lo comentábamos en este mismo espacio, con motivo de la exposición callejera del Colegio de Arquitectos: “santificar” la ramplonería, aplaudir la línea recta, llamar “limpieza de líneas” a la plena ausencia de imaginación, confundir simplismo y modernismo, sólo sirve para encumbrar autores menos que mediocres, fomentar el mal gusto y justificar la ignorancia de quienes no se atreven a discutir para que no se les tache de ignorantes. Hay cosas imposibles de “colar” por más que se inventen nombres y hay cosas que podrían no resultar insultantes lejos del lugar dónde se colocan. Hay edificios que, si no destruyeran el conjunto circundante, de “cosa” podrían pasar a considerarse creaciones; discutibles, por aquello del color del libro de las preferencias. Así de irracional puede llegar a ser el ansia de protagonismo, el afán de forzar la creatividad ausente. Increíble, en definitiva, que la Arquitectura sea una de las Bellas Artes, cuando se ven imperdonables fealdades insertas en espacios monumentales, e incluso sustituyéndolos, para hacer prevalecer el deseo de protagonismo, la intencionalidad de una pretendida “genialidad”, falsa, zafia.

Sevilla podría ofrecer dos atractivos, dos: la ciudad histórica y monumental por un lado y, junto a ella o alrededor de ella, un modernismo auténtico, sustentado en el arte actual, pero Arte, alejado de la mediocre excusa de suplantar el arte por paredes lisas, carentes del mínimo trabajo mental. Así, el arte moderno, en tanto sea Arte, se sumaría para alcanzar un doble interés. En cambio, la ramplonería que algunos pretenden hacer pasar por modernismo, adosado a lo clásico o sustituto suyo, lo empobrece, e impide el lucimiento de elementos disculpables, como los hongos de la Encarnación y obras imaginativas, como el deconstructivismo, corriente a la que pertenece el fallido diseño de Zaha Hadid, cuya contemplación necesitaba una perspectiva imposible en el reducido espacio dónde se quiso construir.

En la línea de la falsa originalidad, un edificio adosado a la antigua muralla, afea la calle Corral del Carbón y todo su entorno. Por más necesitado de notoriedad que esté el arquitecto -tanto como falto de recursos artísticos y de respeto al Arte que, por su profesión, debería ser su principal objetivo- el edificio debería ser demolido a cargo del diseñador y la constructora. De todas formas ya ha obtenido la notoriedad buscada; en realidad, más de la que imaginó, pues será recordado como nuevo Eróstrato. Que las Academias se hayan pronunciado contra el adefesio, aunque haya sido en respuesta a la petición de Adepa, viene a corroborar el atentado inicuo a la identidad de la ciudad, a su historia y a su cultura. Más Adepas hacen falta en Andalucía.

Después de la fachada de la Avenida, autorizada en su momento por la Comisión Provincial de Patrimonio, después de la flecha del Colegio de Arquitectos, remate del otro “toque de modernismo” de Espiau en calle Imagen, junto a la Iglesia de San Pedro y los ficus de la plaza, se debe poner coto al mal gusto, a la falta de respeto a la historia y la cultura de una ciudad, que merma la posibilidad de rentabilizar su Patrimonio histórico y artístico.

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