La Gatera

Dos gardenias

Cierren los ojos. Pongan la radio de cretona de su memoria, tengan la edad que tengan, y tarareen esto: Dos gardenias para ti, con ellas quiero decir, te quiero, te adoro, mi vida...

Cierren los ojos. Pongan la radio de cretona de su memoria, tengan la edad que tengan, y tarareen esto: Dos gardenias para ti, con ellas quiero decir, te quiero, te adoro, mi vida...

¿Qué imagen les viene a la cabeza? A mí la de mis padres bailando en el salón de mi casa en Nochevieja, al lado mis padrinos también bailan. Son muy jóvenes. Mientras mis primos y yo miramos seriamente a aquel señor negro de la carátula del vinilo que está girando. No nos explicamos que sea negro y se llame Antonio. En nuestras mentes de niños aún no había desembarcado la España multirracial actual.

Hoy se cumplen 110 años del nacimiento de Antonio Machín, quien puso música de fondo a una España de cartillas de racionamiento. De la mano de sus boleros se enamoraron muchos, que las penas con baile son menos. Historias cercanas, sin complicaciones, para hombres y mujeres que se esforzaban por sobrevivir. Machín cantaba desde madrecitas del alma querida hasta camareras del amor, pasando por Esperanzas que no sabían bailar el cha cha cha o corazones locos que amaban a dos mujeres a la vez. ¿Cómo pasaría la censura toda aquella sensualidad agitada al ritmo de unas maracas? Quizás (quizás, quizás) con la ayuda de aquellos Angelitos negros que eran pintados con amor sin un ápice de racismo.

A servidora, que no es sospechosa de blandita en terrenos musicales, le emociona escuchar al final de la entrañable película La gran familia, aquella declaración de amor en la voz del maestro: Toda una vida me estaría contigo, no me importa en qué forma ni cómo, ni dónde, pero junto a ti.
Y llorábamos todos por la madre muerta, aunque no fuera la nuestra.

Nada más español que Machín, ni nada más cubano. Así se definía él. El más español de los cubanos, el más cubano de los españoles. Quizás por ello, servidora hace muchos años, en pleno Times Square, en un arrebato de morriña nacional, se atrevió a cantar a dúo con un catalán esas Dos Gardenias ante la incrédula mirada de los neoyorkinos.

Ayer domingo, cuando iba a visitar al maravilloso Cristo de la Fundación de la hermandad de los Negritos, aproveché para guiñarle un ojo al maestro y felicitarle el cumpleaños.
Que sean otros 110 más y mis padres sigan bailando esas Dos Gardenias.

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