La Gatera

Rayuela

La primera vez que tuve entre mis manos “Rayuela” yo tenía poco más de catorce años. Era una edición de Cátedra, voluminosa y con una letra imposible...

La primera vez que tuve entre mis manos “Rayuela” yo tenía poco más de catorce años. Era una edición de Cátedra, voluminosa y con una letra imposible. Me la prestó un viernes una buena amiga con la condición de que se le tenía que devolver el martes siguiente y no decirle a nadie que la tenía.

Toda esta parafernalia era para evitar que su padre, el dueño del libro, se diera cuenta de que faltaba de la estantería. Tenía sólo tres días para leer aquella obra de la que había escuchado maravillas a mi profesora de literatura. Era el puente de la Inmaculada y recuerdo que lo pasé acompañada de ese libro bajo la extrañada mirada de mis padres. Obviamente no pude terminarlo. No sólo por la falta de tiempo, sino porque no consiguió atraparme. Lo devolví a mi amiga mintiéndole para no romper la atmósfera delincuencia que nos había acompañado en toda esta aventura.

Pasaron los años y en un largo viaje en avión alguien me puso en las manos de nuevo la novela. Y no sé si era por la imposibilidad de escapar o simplemente porque me aburren los vuelos terriblemente, comencé a leerla. Esta vez se desplegó ante mí la magia delicada y exquisita de Cortázar. Y ya no pudimos separarnos más. Rayuela duerme en mi mesita de noche, desde donde ve como van y vienen libros diferentes mientras ella permanece allí. La he leído con todas las sugerencias que se conocen, y con las que personalmente me he creado. Aquel famoso pasaje del capítulo 7: “Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes…” me inspiró un poemario al que llamé Las tres miradas del cíclope, publicado hace demasiados años.

Hoy Rayuela cumple 50 años. Medio siglo en el que nos ha llenado la boca de peces o de flores. Medio siglo en el que nos ha hecho temblar contra ella como una luna en el agua. Medio siglo en el que millones de personas han abierto sus páginas sin paracaídas, sin prejuicios, dispuestas a dejarse llevar por el bálsamo sanador contra la mediocridad que inocula Julio Cortázar.

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