De Torre, el perro del hortelano

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Hay políticos que ganan mucho cuando están callados. El subdelegado del Gobierno en la provincia de Cádiz, Javier de Torre, es uno de ellos. Este lunes estuvo en Jerez para presidir una reunión de la Junta Local de Seguridad, donde se abordó la logística que requiere la organización de eventos como la Semana Santa y el Mundial de Motociclismo. Pocas horas antes, los acampados de la plaza del Arenal habían trasladado sus bártulos a los bajos del edificio Los Arcos para no obstaculizar ni el montaje de los palcos ni el propio desarrollo de la Semana Mayor. De este modo, este grupo de indignados atendía una petición cursada por el propio presidente del Consejo de la Unión de Hermandades, Pedro Pérez, que días atrás había acudido al campamento para entrevistarse con ellos.
Pues bien, resulta que al señor subdelegado parece haberle molestado que indignados y cofrades hayan alcanzado un punto de encuentro imprescindible para garantizar la convivencia entre los derechos ciudadanos de los unos y los otros. Javier de Torre sostiene que la Unión de Hermandades no debía haberse inmiscuido en asuntos que no le competen, dando a entender que es la Subdelegación del Gobierno quien tiene potestad para garantizar la libre utilización de los espacios públicos.
Evidentemente, señor De Torre. ¿Quién mejor que usted conoce dónde empiezan y acaban las competencias de cada cual? El problema es que en los meses que han pasado desde que tomó posesión de su cargo no ha debido disponer del tiempo suficiente como para acercarse al campamento, interesarse por conocer en primera persona cuál es la situación de estas personas e invitarlas, ya de paso, a deponer su actitud. No parece edificante que haga público alarde de su inhibición, y mucho menos aún que cargue contra quienes -le guste o no- le han terminado sacando las castañas del fuego.
Porque no quiero imaginar cuál era la solución que usted tenía previsto aplicar en caso de que indignados y cofrades no hubieran alcanzado un acuerdo a través de la vía del diálogo. No quiero ni pensar cómo tenía usted pensado garantizar la convivencia entre los unos y los otros.

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