Hablillas

El pregón de la moda masculina

Este año hemos podido ver modelos arriesgados, originales y al mismo tiempo fáciles de llevar aunque su adquisición se nos escape.

Inmersos ya en otra semana de la moda madrileña, cuyo patrocinador alemán destronó a la diosa Cibeles sin poder condenarla al olvido, nos deleitamos con las fotos, crónicas y videos que suben a la red quienes un año tras otro se dejan la piel lo más cerca posible de la pasarela, lampando por un hueco donde tomar la mejor foto, la que hable por sí misma del vestido y del diseñador. Este año hemos podido ver modelos arriesgados, originales y al mismo tiempo fáciles de llevar aunque su adquisición se nos escape.

En esta ocasión las líneas más sencillas, si se quiere, no han estado exentas de espectáculo y aunque sigue primando la delgadez, los pechos y los muslos han aparecido y caminado algo más abultados, turgentes y musculados. Bien, aunque la palidez facial y corporal sigan formando parte del show. Bien por estos profesionales que puntualmente informan con el cansancio y el apetito azotándoles el cerebro y el estómago.

Algunos reconocen perder dos o tres kilos por el ritmo de trabajo, porque éste continúa al llegar a casa, con el bocadillo junto al ordenador esperando otro bocado, apartando con trabajo las migas que caen entre las teclas donde se quedan a vivir, porque los dedos no las pueden atrapar. Es su trabajo y menos mal que pueden sufrir por él y gozar de él. Estas satisfacciones son las que nos hacen llegar a los voraces lectores virtuales que ávidos de información –la que deseemos o necesitemos- navegamos hasta encontrar la que creemos más completa.

Llegados a este punto nos preguntamos cuál pudo ser el origen de esta semana de la moda, qué dio lugar a reunir durante unos días a diseñadores, estilistas, firmas de cosméticos, perfumería y todo aquello que tuviera relación o contribuyera a realzar la belleza del ser humano desde fuera hacia dentro. Fue en Nueva York, en los años cuarenta, porque la Segunda Guerra Mundial dificultaba el desplazamiento de los diseñadores americanos a París.

De este modo, la prensa centró toda la atención en este acontecimiento y sus participantes. De aquí saltó a Milán, París y Londres. Las cuatro grandes las llamaron, aunque a España llegó rozando los años sesenta. Desde entonces hemos sido testigos de su evolución aunque a veces nos hayan arañado las retinas los riesgos de sus diseñadores. Recordemos que antes se les llamaba modistos si cosían para mujeres porque el sastre confeccionaba para hombres. Y sí, también hubo pasarelas masculinas a partir del pregón que titula la hablilla de hoy.

Aunque comenzaron al mismo tiempo que las femeninas, la que recogió la prensa con más detalle fue la del año sesenta y tres, cuyo pregón estuvo a cargo de D. Joaquín Calvo Sotelo, conocido por sus méritos y su fino sentido del humor, donosura y elegancia. Se le llamó Certamen de Moda Masculina y en ella se reunieron sastres de toda España que aplaudieron el parlamento del pregonero, quien insistió en el fenómeno humano que ha sido la moda a lo largo de la historia.

Concluimos en que lo sigue siendo, que el fin de este antiguo certamen y el evento semanal actual se dan la mano. Ha evolucionado la forma, pero el fondo es el mismo: distinguirnos de nuestros semejantes.

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