Patio de monipodio

Aval para la victoria

Juanma debería llamarse Guillermo. Guille se presta más al juego de palabras, placer del que nos priva el original...

Juanma debería llamarse Guillermo. Guille se presta más al juego de palabras, placer del que nos priva el original. Original tan poco original como Juanma, tan mal informado en política como para ser delfín e impuesto por el Gran Inepto. No nos centremos en las encuestas, que el colmo del desatino es que quien dice dar su voto a uno, piense en la victoria de otro. Confianza nula en su idea-publicidad gratuita para el colocado en el “podium”. Desbarajuste, no por sabido, menos llamativo, de la política en este lugar de -todavía- adhesiones inquebrantables, transmutadas en afición a un partido como se tiene al futbolero entretenimiento.

“Menos mal” que el movimiento pendular del duopolio, recuerda al otro movimiento, el inmóvil especialista en estática sin estética, el que dicen dejó el sitio a una transición tan transitoria que todavía transita. Sin esa plena ausencia de cambio real, no podría explicarse la existencia de políticos como Juanma Moreno, por muy clon que sea de su valedor, y sin embargo recuerda a otro, pues mantiene la sonrisa tras los reveses continuos y contundentes, como bobalicón ausente de la realidad circundante. Se la pusieron como uniforme para vender y como careta la lleva aunque ya no vende; que no lo compra quien lo conoce.

Lástima de país, en qué manos ha quedado. Si, al menos, aprendieran de Sarkozy a pedir disculpas… pero ni eso; aquí la prepotencia, el engolamiento, la incoherencia y, como origen y fundamento prototípico, la mentira, enseñorean los despachos y el logorreísmo de afortunados electos, ausente el encargo de su electorado. Ausentes hasta de sí mismos, mantienen el discurso aprendido cuando ese electorado les enseña el trasero, porque sólo tienen ese discurso. No han tenido tiempo de aprenderse otro. O tal vez son demasiado conscientes de merecer la espalda, después de haberla dado antes ellos mismos, con su interesado y reiterado incumplimiento.

Cuando caen sus feudos en cascada continua -no pierden Cádiz, Córdoba, Jaén, Granada, Málaga y Sevilla por buena gestión, sino como resultado de su dejación, de su falta de compromiso, de sus promesas vacías- emerge la incapacidad del vendedor-incapaz-de-vender, porque ha cambiado su producto por el juego de la palabra, creedor de que la palabra pueda vender sin respaldo de la realidad.

Descolocado, dislocado, llama a la caída “Aval para la victoria”. Es duro bajar a doce la mayoría de veinte concejales. Más duro para quienes lo votaron, seguro, porque esperaban algo más; “algo” más que el parón en que su inacción ha sumido a la ciudad.

No hay que hacer caso excesivo a las encuestas, dependientes de quien las hace, ya de por sí bastante sospechoso de parcialidad. Sólo cuando alguna se acerca a la realidad vivida en la calle, cuando la “comidilla” pulula en el mismo o similar sentido, resulta pasmoso soportar la autosuficiencia de Moreno.

Se ve lógico el desgaste del partido mandante en Andalucía (lo de “gobernante” es mucho suponer). Lo sorprendente es que con ese activo político mantengan a Juanma, incongruencia sólo comprensible por el padrinazgo. Peor para el PP. Mejor para sus enemigos políticos. Mejor para la democracia.

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