Patio de monipodio

Diez más

Los hay dispuestos a iluminar, pese al consumo; el gasto más bien. Podemos se presentó como una alternativa capaz de limpiar el bajo fondo en que ha caído la política (no, no: los políticos) en Andalucía y en España...

Los hay dispuestos a iluminar, pese al consumo; el gasto más bien. Podemos se presentó como una alternativa capaz de limpiar el bajo fondo en que ha caído la política (no, no: los políticos) en Andalucía y en España. Desde el hecho popular de que partía, supuso una esperanza para muchos de quienes habían provocado el fenómeno con sus reuniones, sentadas y cánticos en diversas plazas ciudadanas, en la esperanza de obtener la condición de ciudadanos. Tanto para, una vez sofocadas y capitalizadas las ansias de limpieza, igualdad y libertad, ratificar que el cambio no empieza en Andalucía. Que, con casi absoluta certeza, no va a empezar. El único cambio atisbado, de momento, ha sido el del sentir popular, aprovechado con el personal fin de obtener alguna ventajilla, algún trozo de sillón, mismo. La que pretendía ser “nueva cara” de la democracia, se ha plantado en un centralismo irreductible, desde el que se agarran y hacen suyo el susanista proyecto pseudo-federal, con que apuntillar las autonomías no pirenaicas.

Consecuentes con esos “principios”, Podemos desautoriza a la dirección andaluza, aparta de sus funciones a los parlamentarios electos, en claro desprecio al electorado, y suplanta su representatividad -¿querrá enseñarnos a negociar?-, para rebajar sensiblemente sus exigencias en pro de una supuesta “gobernabilidad”, absolutamente innecesaria. Los responsables de Podemos ignoran -lamentablemente- o se esfuerzan en ignorar -más lamentablemente aún- que la aspirante a Presidente de la Junta de Andalucía no precisa ni sus votos ni su abstención para ser investida. Que, en el plazo de dos meses sin acuerdo mayoritario, decide la lista más votada. Les falta aclarar qué contraprestación precisan para otorgar su apoyo -activo o pasivo- a fin de adelantar unas semanas la investidura.

No será, desde luego, el miedo a una nueva convocatoria absolutamente innecesaria, como queda claro en el párrafo anterior. Salvo que en su ignorancia programada, puedan creer el amenazante aserto marianista (de Mario) de que Susana obtendría al menos diez parlamentarios más, caso de repetir elecciones. Anda, que si eso fuera cierto, iban a tardar un minuto en provocar una ruptura, para alargar su permanencia y hacer una nueva convocatoria. Se lo iban a pensar. Como farol, no está mal -un farol incapaz de iluminar siquiera sus resecas y apagadas mentes- con un costo que les sería fatal. Costo para Andalucía y para ellos mismos, en este caso no sólo el económico, que eso sale del presupuesto. El mayor costo para el partido es el político, pues sólo cabría una forma de frenar su caída; pero para cambiar de política, mejorar y convencer, les hace falta tiempo y voluntad, dos valores de los que carecen. Una realidad mucho más tangible que la presunción gratuita de los diez parlamentarios, que los responsables de “Podemos”, en su ansia de poder, no saben aprovechar.

Una vez más, alguien con medios, con suerte, con la gracia casual de la oportunidad y con otras posibilidades menos honrosas, se apropia un movimiento popular, lo capitaliza y lo desvirtúa en provecho propio. Estamos salvados. El cuento de nunca acabar.

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