El Jueves

Juan

Ahora, con tu marcha definitiva, comienza el verdadero sentido de tu trabajo. Porque más que nunca, serás referencia de nuestra historia. De ti hablarán aquellos que nunca te conocieron cuando descubran la cantidad de páginas históricas que dejaste escritas.

Te has ido en silencio, como pasaste la mayor parte de tu vida, a pesar de que la estela que nos dejas es grande. Tu última salida del hospital la aprovechaste, minuto a minuto, para acudir a numerosos actos cofrades, aquellos que tu cuerpo debilitado soportaba, se me antoja a modo de despedida. Sabíamos todos que, a pesar de tu mejoría, iba a llegar un día como el de ayer, nublado, gris y triste: el día en que te marcharías para siempre.

Ha sido en el mes del Rosario, qué mejor mes para partir en tu procesión definitiva; un mes de devociones gloriosas de la ciudad a la que tanto amaste; de las Glorias a las que tanto bien nos has dejado y de las que tanto sabemos, gracias a tu actividad investigadora durante años. Porque tú, Juan, si perdías el sentido con algo era con nuestras glorias. A ellas dedicaste tantos y tantos momentos de tu vida, tanto trabajo voluntario, robando horas al sueño y al descanso,  que quizás no tengamos tiempo ahora para devolverte todo lo que nos distes y todo lo que nos dejas.

Ahora, con tu marcha definitiva, comienza el verdadero sentido de tu trabajo. Porque más que nunca, serás referencia de nuestra historia. De ti hablarán aquellos que nunca te conocieron cuando descubran la cantidad de páginas históricas que dejaste escritas. De ti habrá referencias, con los años, en tesis, tratados y estudios. A ti te nombrarán con respeto los historiadores del futuro y los cofrades que, siendo hoy niños, se interesen en el mañana por la historia de nuestras glorias.

Y de ti hablaremos hoy con pesar, con mucho pesar, y mañana con alegría, mucha alegría, los que tuvimos la dicha de conocerte y tratarte durante años. Los que descubrimos algo más con todo lo que nos dejas escrito. Los que escuchamos tu débil voz recibiendo un consejo, yo entre ellos, siempre para engrandecer nuestras corporaciones. Y como no, recordaremos tu falta de crítica destructiva, que nunca tuviste una palabra de desagrado para nada.

Ayer miércoles, en esa mañana triste, nublada y gris, te hacías presente eternamente en nuestra memoria. Porque así lo seguirás estando; porque en la librería de muchos hogares están esos tres tomos de historia de las hermandades de Gloria que nos dejas como legado. Todos, los que de alguna u otra manera pertenecemos a ellas, te debemos mucho, somos tus herederos. Así quisiste que fuera. Así es. Así será.

Y hoy te despediremos, a los pies de tu Pastora, siendo conscientes de que se marcha uno de los grandes. Te recordaremos siempre por lo que fuiste y por lo que dejas. Que no es poco.

Descanse en paz, Juan Martínez Alcalde.

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