Andalucía

La Sevilla monumental

La capital hispalense alberga en su interior infinidad de monumentos de interés para el visitante propio y extraño

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  • La Catedral -
Sevilla es monumento. La ciudad posee uno de los catálogos más amplios e interesantes del turismo monumental de nuestro país, no sólo por sus valores patrimoniales, reconocidos por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad, sino también por sus esquinas, calles y barrios, que se conjugan a la perfección con el barroco o el romanticismo que desprenden algunos de sus más insignes edificios.

Escoger la ruta ideal para disfrutar del patrimonio monumental de Sevilla no es fácil, siempre hay que elegir, aunque existen determinados edificios que nunca pueden faltar en la capital del Guadalquivir. Sin duda, el más destacable, por su importancia, es la Catedral de Sevilla, bajo los pies de la archiconocida Giralda, santo y seña de la ciudad. Es la tercera por tamaño y grandeza de Europa, conjuga su alminar árabe, la Giralda adornada por el Giraldillo, con el patio de los naranjos, las cubiertas y sus ocho puertas, ejemplos de los diferentes estilos artísticos que la componen.

A su lado, el Archivo de Indias, del siglo XVIII, construido por orden de Carlos III para albergar toda la documentación de las colonias españolas. Y aún la conserva: 43.000 legajos en sus 80 millones de páginas y 8.000 mapas y esquemas de los organismos de la época.

Al otro lado, los Reales Alcazares, quizás el monumento de Sevilla de arquitectura civil más importante. Era y es residencia real, labrada por artesanos locales nazaríes y toledanos que dejaron un conjunto mudéjar de lo más significativo, se complementa con patios (Doncellas), salones (Embajadores) y jardines dignos de visitar, sin olvidar los tapices y azulejos renacentistas del salón de Carlos V.

Cerca de ella, uno de los edificios más emblemáticos del Renacimiento sevillano, el Ayuntamiento de Sevilla, antigua lonja pescadera que Carlos I transformó en sede del consejo de Sevilla, destacando su capilla o su escalera de época.

Pero para hablar de la arquitectura industrial del siglo XVIII hay que alejarse un poco por la Avenida de la Constitución para llegar a la Antigua Real Fabrica de Tabacos de Sevilla, sede de la Universidad, mezclando rasgos medievales y militares, ecos renacentistas y áreas tan barrocas como la fachada o las bóvedas.

Cerca de allí, junto al río, la emblemática Torre del Oro, construida en el siglo XIII por los almohades con objetivos militares a las afueras de la muralla, almacenó las más importantes riquezas procedentes de América y ahora acoge el Museo Naval de Sevilla.

Siguiendo con la historia, es imprescindible visitar la Casa de Pilatos, construida en 1518 por orden del márques de Tarifa tras un viaje a Tierra Santa, se constituyó en modelo de las residencias nobiliarias del Siglo de Oro. El patio central de columnas de mármol en las que se apoyan los arcos de decoración mudéjar, realizados en yeso y recubiertos de zócalos de azulejo, con sus bustos, inspiró lo que se convirtió en un estilo característico de la arquitectura civil sevillana.

Ejemplo del barroco español es el Hospital de los Venerables de Sevilla, construido en el siglo XVII, y uno de los mejor conservados albergando grandes pinturas, esculturas, orfebrería, tallados, etc., que han sido restaurados.

Tampoco hay que olvidar la Plaza de España, heredera de la Exposición Iberoamericana de Sevilla en 1929, su
planta semicircular, su canal, sus torres y sus cerámicas son imprescindibles en una visita a la ciudad, a completar con algunos antiguos pabellones de belleza incalculable muy cerca de ella, como el Mudéjar o el Museo Arqueológico.

No hay que perderse la Sevilla amurallada, cuyos restos pueden verse en varias zonas, algunos escondidos en plazas como las del Cabildo, y otras lustrosas viendo pasar el tiempo, Y sus arcos, el del Postigo o quizás el más conocido, el de la Macarena, junto a la basílica que lleva su nombre. Aunque la ruta por las iglesias sevillanas y sus historias, mejor habrá que dejarla para otro día.

El Palacio de San Telmo, la última joya del barroco

El único gran monumento de Sevilla que no era visitable ya está abierto al público, compaginando su labor institucional, la Presidencia de la Junta, con el disfrute de los visitantes, como ocurre con otros insignes edificios de la ciudad, como el Parlamento de Andalucía, antiguo Hospital de las Cinco Llagas, o el Ayuntamiento hispalense, entre otros. Visitable en verano jueves, sábados y domingos, amplía sus días y horarios en otoño para los recorridos guiados, que deben hacerse con cita previa.

El Palacio de San Telmo es un monumento con una gran historia a sus espaldas. Comenzó a construirse en el año 1682 en terrenos extramuros propiedad del Tribunal de la Inquisición para albergar el Colegio Seminario de la Universidad de Mareantes en donde se acogía y formaba a los huérfanos de los marineros.

Dispone de planta rectangular con varios patios interiores, torres en las cuatro es- quinas, capilla y jardines. La capilla es obra del arquitecto Leonardo de Figueroa. De un exuberante barroquismo, está presidida por la imagen de Nuestra Señora del Buen Aire, de principios del siglo XVII.

Uno de sus principales rasgos son las esculturas que presiden la fachada de la calle Palos de la Frontera. Se trata de las efigies de Doce Sevillanos Ilustres, realizadas en 1895 por Antonio Susillo: Juan Martínez Montañés (escultor), Rodrigo Ponce de León (marqués de Cádiz y capitán general de la Reconquista de Granada), Diego Rodríguez de Silva y Velázquez (pintor), Miguel de Mañara (caballero y filántropo fundador del Hospital de la Santa Caridad), Lope de Rueda (escritor), Fernando de Herrera (poeta), Luis Daoíz (militar héroe de la Guerra de la Independencia), Benito Arias Montano (humanista), Bartolomé Esteban Murillo (pintor), Fernando Afán de Ribera y Enríquez (duque de Alcalá y humanista), Fray Bartolomé de las Casas (religioso, obispo de Chiapas y protector de los indios).

Desde 1847 dejó de funcionar como Colegio de Náutica, teniendo en los años siguientes usos dispares como sede de la Sociedad del Ferrocarril y de la Universidad Literaria. En 1849, es adquirido por los duques de Montpensier, que lo convierten en su residencia oficial. Al fallecer en 1897 la infanta María Luisa de Orleans, lega el palacio a la Archidiócesis de Sevilla y cede sus jardines, que hoy forman el Parque María Luisa, a la ciudad de Sevilla.

En 1901, siendo arzobispo de la ciudad Marcelo Spínola, San Telmo se convierte en seminario hasta el año 1989, cuando es cedido por el Arzobispado de Sevilla a la Junta de Andalucía para albergar la sede de la Presidencia.

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