No es la ideología liberal y conservadora la que provoca los comportamientos incoherentes y rastreros que vemos estos días. Es la bajeza moral, que intenta medrar en el miedo. La bajeza moral no es, por sí, una cualidad propia de una ideología política pura (de casi ninguna, vaya). Las personas que meditan las cosas suelen elegir un bando político en función a lo que creen que significa ese bando, y cómo compatibiliza con su personalidad y su formación. Pero lo que creen a menudo es erróneo. De hecho, es difícil encontrar votantes de derechas que digan que los niños no deben tener todos las mismas oportunidades, independientemente de su cuna y de sus padres; lo difícil es que perciban las consecuencias que una política de derechas, liberal en lo económico y retrógrada en lo social, tienen sobre las posibilidades vitales de los niños.
La bondad y la coherencia tampoco son intrínsecas en la gente que se posiciona en el bloque de izquierdas; lo vemos estos días con el comportamiento de la cúpula saliente de Podemos Andalucía, los anticapis, que prefieren mantener un apagón informativo respecto a medidas sociales de importancia vital (literalmente vital), antes que reconocer los méritos del actual gobierno de coalición. Recordemos que los animales carroñeros no se caracterizan solo por alimentarse de cadáveres, sino también por seguir a los animales que ven heridos para comprobar si se mueren y así comérselos sin encontrar resistencia.
El problema es que no se puede ser carroñero y al mismo tiempo parásito. Ya nos desharemos de vosotros cuando tengamos tiempo para frivolidades.
La frivolidad es otra cosa transversal a derechas e izquierdas en multitud de ocasiones, y por eso esta crisis está distinguiendo a los patriotas de los cabareteros que intentan pasar la gorra con infamias y gracietas mientras la gente pelea en barricadas por su vida y la del resto. Una cacerolada para protestar contra el rey emérito me pareció una frivolidad y un absurdo. Teniendo en cuenta lo que nos quedaba por delante de confinamiento, su única consecuencia ha sido abrir la puerta al mundo de las cacerolas, y, sí, que los que están en contra de la monarquía fuesen los primeros en transformar la necesaria comunicación y solidaridad de los balcones en otra cosa más fea y mucho menos necesaria.
Con respecto a los cabareteros de meme y pregunta de control al gobierno, qué decir. Son tan iletrados, tan bochornosos, tan barriobajeros que, por mucho que conciten la euforia de unos odios anteriores a la gestión de la crisis, no hacen más que posicionarse en el banquillo de aquellos a los que nunca, jamás, ni siquiera los suyos, dejarían manejar ni el mando de un scalextric. Hay gente como los líderes de un frente ultra de fútbol, gente como Spiriman, que eventualmente ven a su espalda un montón de enfervorecidos y piensan que esa patulea les daría la confianza del gobierno. No, chuflas, no. Os estáis posicionando estupendamente en el rol de agitadores y los vuestros jamás pondrán a un agitador a cargo de un gobierno.
Lo que habla por boca de estos cabareteros no es más que la corrupción echando nubes y nubes de tinta y mierda para procurar que nos olvidemos de que el confinamiento tenía el único objetivo de no saturar las urgencias médicas, y nuestras urgencias médicas eran demasiado fáciles de saturar por culpa de los recortes propios del liberalismo. En ese eje, y no en otro, se mueven realmente las derechas y las izquierdas: construimos una sociedad fuerte y solidaria o una sociedad competitiva y débil ante las incontestables fuerzas de la naturaleza.
Ahora, votantes de derechas, elegid: ¿sanidad pública fuerte o sanidad privada?
Ahora, votantes de izquierdas, elegid: ¿transmitimos este mensaje como fundamental o seguimos con que Aznar era muy malo y se fugó a Marbella?
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