La Gerencia de Urbanismo fue una vez algo más que una oficina recaudadora

Las iniciativas pasaban por ?sembrar? las calles de estatuas de personajes populares e incluso crear museos in situ sobre los hallazgos arqueológicos.

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  • La antorcha que ganó el primero concurso de esculturas -
  • Los responsables municipales intentaron llevar al arte a las calles y plazas de la ciudad
  • El intento se quedó en intento y el futuro no arroja pistas sobre su continuidad
El urbanismo en San Fernando no ha sido sólo un ladrillo sobre otro, bloques de pisos ocupando el poco suelo que se podía haber dedicado a otras actividades y las consiguientes entradas de dinero en las arcas municipales con las que cubrir los déficit en otras áreas, generalmente todas las demás no encuadradas en el edificio construido sobre el Mercado Central de Abasto, a excepción del otro organismo autónomo dedicado al sector de la construcción, la Empresa del Suelo Isleña.

Bien es cierto -y todo lo que sigue está extraído de las hemerotecas que contienen las declaraciones de los responsables municipales- que antes, pero sobre todo desde que se creó la Gerencia Municipal de Urbanismo, los diferentes gobiernos andalucistas han contado con una herramienta que ha servido para mucho más de lo que se ha visto, e incluso de lo que se ha oído y se sigue oyendo.

El propio alcalde actual, Manuel María de Bernardo, ha ratificado la importancia de ese instrumento recaudatorio -en este caso- cuando comenzada la crisis económica actual y reconocía que la caída de la construcción llevaba aparejada una importante caída de la recaudación, muy importante, lo que iba a redundar en una desaceleración de los pagos a los proveedores, dicho con un término suave para no alarmar. Y eso lo decía antes de conocerse, oficialmente, la pérdida de 7,9 millones de euros de la Caja municipal.

Pero no todo ha sido el vil metal, la puesta en práctica de la filosofía que se ha demostrado absolutamente errónea de que la construcción da trabajo y por ende, es el sector en el que confiar para sacar las castañas del fuego a una ciudad que ha ido perdiendo progresivamente todo su esplendor sin que nadie pensara en nuevos yacimientos de empleo y riqueza. O que no lo pensara en serio.

Hasta el año 2007
Los dos mandatos corporativos anteriores a las elecciones de 2007 -el de ahora no se puede juzgar, al menos en el sentido que pretende este trabajo- fueron un ejemplo de que desde el Ayuntamiento, con el ex delegado Fernando Rodríguez Moreno al frente, no sólo se pensó en la recaudación a base de licencias de obras, aunque recaudar es fundamental para tener dinero, y no se trata sólo de una perogrullada.

Con ideas propias o importadas de otras ciudades, desde la Gerencia Municipal de Urbanismo se pusieron en marcha desde principios de siglo ideas innovadoras que pretendían humanizar la ciudad a través del arte, utilizar las propias calles y plazas como museos abiertos al público, promover la cultura a través de certámenes y exposiciones e incluso publicar libros sobre temas de interés relacionados con el urbanismo y con la historia.

Basta recordar que entre esas actuaciones estuvo el congreso Almenasur, una iniciativa llamada a recuperar todas las construcciones militares de la ciudad y de la Bahía, en franca colaboración con otras poblaciones españolas e iberoamericanas. O la edición de libros que han arrojado conocimientos hasta ahora ocultos incluso para los más eruditos.

Pero esas son algunas de las iniciativas más elitistas de entre las que se han llevado a cabo desde la Gerencia Municipal de Urbanismo que, por cierto, consiguió que la oposición le enviara una felicitación pública por la página web del organismo autónomo y sobre todo -que es lo que menos se estila en el Ayuntamiento- por su mantenimiento que, a estas alturas, ya se limita a lo mínimo que se despacha.

Del marisquero al betunero
La gran apuesta de la Gerencia encuentra su paradigma precisamente en lo que se pretendía hacer -y se hizo en parte- a pie de calle, que viene a colación precisamente cuando la semana pasada fallecía el marisquero que se colocaba en la esquina de La Gran Vía y que lejos de ser un caso aislado, pretendía ser el comienzo de algo mucho más ambicioso y, sobre todo, reivindicativo de una ciudad preparada para modernizarse pero guardando los iconos del pasado.

Y es que -lo decía el ex delegado Fernando Rodríguez Moreno- Enrique Saucedo Fusté estaba llamado a abrir un abanico de personajes entre los que se encontrarían, junto a las oficinas de Correos, el repartidor con la gigantesca maleta preparado para el reparto (que entonces no llevaban ruedas); el vendedor de cupones de los Ciegos en su esquina correspondiente; el betunero que hasta hace poco tiempo aún deambulaba por Hermanos Picó o La Mallorquina...

La idea era sorprender con la sencillez, como existe en muchas ciudades, reflejar los tipos cotidianos, quizá para contrarrestar esa otra corriente modernista que también estaba en la agenda de los responsables de Urbanismo, el arte menos asequible al ciudadano de a pie.

Para este ‘apartado’ del concepto filosófico de la Gerencia estaba la iniciativa Cultura urbana, Escultura en la calle, una convocatoria cada dos años -porque aunque Urbanismo diera buenos dividendos, luego había que hacer las esculturas a tamaño natural- y que tenía como misión llenar de contenido la entonces futura Plaza de las Esculturas, aunque mientras tanto se colocarían en diversas zonas de la ciudad.

Oscar Alvariño y su obra Arba fue el ganador de la primera edición, la de 2003, que en forma de antorcha ocupa la rotonda de la calle General García de la Herrán, y luego, en la edición de 2005 fue el escultor Carlos Albert el que ganó con la obra Puerta abierta al Atlántico, aunque se premiaron dos más que están en la Plaza de las Esculturas.

Un museo en la calle
Las iniciativas en el mismo sentido tienen otro claro ejemplo en la construcción del museo de los Hornos Púnicos, un ejemplo de cómo contemplar un yacimiento arqueológico en su mismo entorno, o en las exposiciones que se llegaron a hacer en la Casa Lazaga, no sólo del Avance del Plan General de Ordenación Urbana o del Plan Especial de Protección y Reforma Interior del Casco Histórico de San Fernando (Peprich-SF), de sobrecogedor nombre para algunos. Hubo otras iniciativas, pocas, más encaminadas a darle un uso al espacio que a mostrar algo más sustancioso, quizá porque ya comenzaban a declinar las buenas intenciones.

La antorcha que había encendido Fernando Rodríguez se fue apagando poco a poco, casi sin que nadie se diera cuenta, y así hubiera seguido si no hubiera fallecido el marisquero que en aquella tarde del mes de mayo de 2003 se convirtió en el hombre más feliz de La Isla -lo dijo él mismo- mientras que la propia ciudad se veía reflejada en el hecho de que por primera vez fuera una persona del pueblo, un hombre normal y corriente, el que diera forma al bronce.

Quizá por eso, y a pesar de las apuestas del principio, la estatua nunca sufrió daño alguno. Cosa curiosa tratándose de mobiliario urbano.

El intento se quedó en intento y el futuro no arroja pistas sobre su continuidad
Por qué se fue apagando la llama es algo que tendrían que explicar los nuevos inquilinos de la Gerencia de Urbanismo, aunque las respuestas permiten obviar la pregunta. Basta recordar las palabras del alcalde sobre la caída de la recaudación en el sector del ladrillo, a lo que hay que sumar que el dinero ha tenido que ir disminuyendo desde el año 2004, aunque no lo supieran los responsables municipales, pero si lo notaran.

Lo cierto es que esa serie de esculturas a pie de calle que inauguró el Mariscador frente a la antigua Gran Vía, fue la primera y la última y nunca más se supo de un segundo intento con algunos de los modelos señalados dignos de pertenecer para siempre al paisaje urbano de San Fernando.

El certamen de esculturas que debían llenar la plaza que se construyó justo donde deberían estar los dos bloques de viviendas en Reyes Católicos porque ya entonces se hablaba del eje Real, Hornos Púnicos, Arenal, Reyes Católicos y Glorieta (quizá ahí tuvo algo que ver el convenio con Ballester), sólo llegó, que se sepa y según la página web de la Gerencia, a la segunda edición.

A eso se suma que los socios de gobierno de los andalucistas, o sea, el Partido Popular, ya han dejado claro que la Plaza de las Esculturas y el millón de euros que costó construirla, hay que rehacerla y encauzarla hacia derroteros menos vanguardistas o, al menos, menos peligrosos.

Las exposiciones en la Casa Lazaga, como ya este periódico dejó constancia hace unos meses, no son factibles en estos momentos salvo que se haga una limpieza a conciencia y se asegure que aguantará sin caerse. Y el resto de iniciativas, casi mejor es olvidarlas.

Quizá el problema está en la fuente de Tusquets, esa que se montó en La Ardila, sin terminar y sobrevalorada, y que infundió mal fario al resto de las buenas iniciativas. Quizá.

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