Quien a buen árbol se arrima...

Naturaleza y desescalada

La naturaleza debería tener su propio protagonismo en la desescalada, no por problemas nuevos que hayan surgido sino porque ha variado la percepción...

Publicado: 29/04/2020 ·
20:49
· Actualizado: 29/04/2020 · 20:53
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Autor

Manuel Ruiz

Manuel Ruiz es biólogo y ocupa el cargo de presidente de la Asociación Ecologista GEA de Jaén

Quien a buen árbol se arrima...

Cuaderno sobre la importancia de ser responsables medioambientalmente y otras cuestiones culturales y patrimoniales de Jaén

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La naturaleza debería tener su propio protagonismo en la desescalada, no por problemas nuevos que hayan surgido sino porque ha variado la percepción y la importancia relativa de los sistemas naturales en el conjunto de la sociedad y el territorio. En esta experiencia insólita en la que se ha reducido drásticamente la actividad humana, estamos constatando la capacidad de reacción positiva que tiene la naturaleza. Los científicos van a poder evaluar las variables ambientales y de los ecosistemas en este período, y seguramente sus datos confirmarán nuestra percepción general: que cuando las sociedades disminuyen su actividad, la naturaleza se recupera ostensiblemente del impacto al que la sometemos. Esto constituye una esperanza, no para seguir manteniendo nuestro modo de vida insostenible, sino para alentar la idea de que aún estamos a tiempo de evitar cambios irreversibles si hacemos bien las cosas.

Otro aspecto positivo de esta crisis sanitaria en relación a la naturaleza es la revalorización que están teniendo los espacios naturales. Nada como la imposibilidad de ir al campo para apreciar la importancia de adentrarse en nuestros montes y sierras. También el mundo rural está recuperando valor e importancia entre la sociedad urbanita. La trampa en la que se han convertido las grandes ciudades y las posibilidades que proporciona la tecnología para el tele trabajo, están haciendo que muchas familias estén evaluando la posibilidad de instalarse en las zonas rurales buscando calidad de vida. Por otro lado la actividad agropecuaria está contemplándose con otra mirada, como fuente de empleo y de alimentación saludable.

Como si estuviésemos haciendo un análisis DAFO, estas son algunas de las oportunidades que se han presentado en relación al medio ambiente. Las debilidades y amenazas siguen siendo las mismas que tenía nuestra provincia antes del coronavirus. Por un lado hay problemas generales, que nuestra provincia comparte con el resto del país y amenazas particulares, características de nuestro territorio. En el primer caso tenemos todos los impactos asociados al modo vida característico de nuestra sociedad occidental: mala calidad del aire, contaminación puntual de cursos de agua y por residuos sólidos urbanos, especialmente plásticos, y por supuesto, las secuelas del incipiente cambio climático. Es necesario aprovechar la inercia de un consumo más moderado al que nos ha obligado el confinamiento, para impulsar medidas de educación y formación ambiental, de estímulo para la consolidación de hábitos cotidianos más saludables y una forma de consumir más apropiada a la realidad natural y social. La naturaleza nos está mostrando estos días que sí se puede.

Entre los problemas propios, la mayor parte están asociados a un manejo inadecuado del cultivo del olivo. En nuestra provincia hay más de 550.000 has de olivar, que aparte de conformar una fisionomía muy particular del paisaje y de nuestra identidad, también padecen serios problemas ambientales que además producen importantes pérdidas económicas a la sociedad en general y al agricultor en particular. Me refiero a la pérdida de suelo fértil debido a la erosión, la pérdida de biodiversidad a causa de una excesiva simplificación del agro-ecosistema y el incremento de la contaminación difusa del medio ambiente y del producto final a causa de un uso excesivo de fitosanitarios. Estos tres problemas comprometen el futuro de muchas explotaciones agrarias y producen un profundo perjuicio al resto de ecosistemas naturales. No hay espacio para extenderse en detalles sobre este asunto, pero quisiera dejar claro que para cada uno de estos problemas existen soluciones científico-técnicas y procedimientos de trabajo que no sólo no encarecen el cultivo sino que lo hacen más rentable. Sólo es necesaria una intensa labor de transferencia de conocimiento y de actualización de la capacitación profesional, acompañado de una mayor vigilancia y de información al consumidor.

Por último, las fortalezas ambientales de nuestra provincia son los cientos de miles de hectáreas de ecosistemas naturales de gran valor ecológico, cuyo mejor exponente son los cuatro Parques Naturales y resto de espacios protegidos. Creo que ofrecen una gran oportunidad de desarrollo y pueden ser un poderoso estímulo para aumentar el atractivo que ya tienen las zonas rurales para muchos habitantes de las grandes ciudades.

En definitiva, los problemas ambientales siguen estando ahí, pero la naturaleza debe tener su propio sitio en la desescalada, porque aprovechando los grandes valores de nuestros ecosistemas y recursos naturales, el potencial que ganaríamos si se pusieran en vías de solución los problemas ambientales del olivar, las oportunidades que han aparecido en cuanto a haber experimentado un consumo más moderado y la revalorización del mundo rural y la actividad agraria y ganadera, aprovechando esta sinergia, nuestra naturaleza puede ser una poderosa palanca que nos ayude a salir adelante. Así ha sido siempre.

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