El puente del Bollo, en el Tempul

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  • Imagen actual del puente del Bollo, construido hace casi 150 años en base a un proyecto del prestigioso ingeniero Ángel Mayo.
Ejecutada en la década de los sesenta del siglo XIX, la obra del acueducto de Tempul proyectado por el ingeniero Ángel Mayo, permitió la traída de aguas a Jerez y fue sin duda uno de los logros más ansiados por la sociedad jerezana. Dentro de unos años se celebrará el 150 aniversario de esta singular construcción que es ya, por muchos motivos, un referente del patrimonio rural de la campiña de Jerez.

En nuestra visita de hoy vamos a acercarnos a conocer uno de los singulares puentes que fue preciso levantar a lo largo de su recorrido, el del Arroyo del Bollo, de la mano de lo que de él cuenta Ángel Mayo en su Memoria de las Obras del acueducto del Tempul.

Los diferentes manantiales que brotan en las paredes rocosas del cerro del Bollo, en las faldas de la Sierra de las Cabras, se hicieron confluir en un pequeño embalse construido a sus pies. Desde aquí parte el acueducto en zanja para recorrer unos 100 metros antes de introducirse en su primera mina, la de Tempul, de 900 metros de longitud. Tras este túnel y después de un corto recorrido en zanja (de 2 a 6 metros de profundidad), la conducción atraviesa el Cerro de los Cuquillos con una nueva mina de 350 metros hasta salir al estrecho valle del Arroyo del Bollo, que cruza con un puente-acueducto para volver de nuevo a su tercera mina, la del Bollo y, desde aquí seguir hasta la garganta de Bogaz, donde se construiría el primer puente-sifón.

Para conocer más de cerca esta gran obra de ingeniería vamos a detenernos hoy en el primero de sus puentes, visitando la pequeña garganta del Arroyo del Bollo, en las proximidades de Tempul. A buen seguro que el viajero curioso habrá visto alguna vez esta obra que asoma entre la densa vegetación que cubre las laderas y el fondo de este pequeño valle, que se abre a la izquierda de la carretera, en las proximidades del kilómetro 47, apenas un kilómetro antes de llegar a Tempul. Para acceder hasta él hemos seguido, algo más de 300 metros, por la vereda que se utilizaba para las tareas de mantenimiento y servicio del acueducto (muy desdibujada en la actualidad) que parte desde la carretera y recorre parcialmente el trazado de la antigua Cañada Real de la Sierra y Mojón de la Víbora.


Una obra funcional y hermosa

Conforme nos acercamos al Puente-acueducto del Bollo vamos descubriendo las armoniosas proporciones de esta pequeña obra que, rodeada de fresnos y casi oculta entre la vegetación de las laderas del valle, nos sorprende gratamente. Sin embargo, enseguida nos apena comprobar el mal estado de dos de sus arcos, uno de los cuales amenaza con desplomarse.

El acueducto llega hasta el puente del Bollo procedente de una mina de 350 metros excavada en el cerro de los Cuquillos, por cuyas laderas de poniente discurre la vereda que nos ha traído hasta el lugar. Como habremos podido comprobar en nuestro paseo, el cerro tiene en su base los materiales geológicos característicos del periodo Triásico, abundando las margas abigarradas y en especial las rocas de yeso, muy abundantes en toda la falda y en las inmediaciones del puente.

Ángel Mayo, el ingeniero a quien se debe el proyecto de la traída de aguas de Tempul se refiere a él como “…un puente-acueducto de sillería, de cuatro arcos, de medio punto y 6 metros de luz cada uno, en el que se ha establecido una almenara”. El ingeniero nos informa también que, “a continuación del puente, y para evitar el gran rodeo del cerro del Bollo, se atraviesa éste en línea recta con una pequeña mina, siguiendo después el acueducto a 5 metros de profundidad, hasta dar vista al barranco de la garganta de Bogaz…” paraje del que nos ocuparemos en otra visita.

El puente-acueducto del Bollo es, pese a sus reducidas dimensiones, una obra que llama la atención por sus equilibradas proporciones y por su armoniosa integración en el paraje en el que se levanta. Por todo ello, nos duele que este elemento singular de nuestro patrimonio rural presente preocupantes signos de deterioro que amenazan con su destrucción de no intervenirse a tiempo. Veamos ahora como es este curioso puente.

La obra tiene una longitud total superior a los 60 metros, la mitad de los cuales corresponde al tramo de acueducto que se apoya sobre arcos, haciéndolo el resto sobre los estribos laterales. La conducción salva así el valle del arroyo del Bollo que desagua en el río Majaceite, en un paraje situado aguas arriba de la antigua Ermita del Mimbral, si bien hoy día penetra parcialmente por él la lámina de agua del embalse de Guadalcacín.


La memoria del proyecto

El ingeniero informa en su memoria que no fue preciso realizar grandes obras de cimentación para la construcción del puente debido a que “…la naturaleza del terreno sobre que se han fundado es buena” razón por la cual no se hizo necesario realizar pilotajes y emparrillados, habiendo sido suficiente cimentarlas con hormigón y mampostería. En el plano de alzado de la obra que gentilmente nos ha facilitado el profesor e investigador Francisco Zuleta Alejandro, se aprecia no obstante que para el apoyo de las pilas hubo que excavar fosos de cimentación de más tres metros de profundidad y dos de anchura. La roca de yeso que forma el sustrato donde se asienta el puente, puede observarla el paseante en los alrededores del lugar.

La parte más llamativa del puente son sus cuatro arcos de medio punto construidos con dovelas de sillería. Como indica su constructor Ángel Mayo, y como el viajero podrá comprobar, “las dovelas están compuestas alternativamente de dos y de tres piezas; las primeras, de un metro de longitud, y las segundas de 0,66 metros”. Los arcos tienen 6 metros de luz y una anchura de 2,30 metros, aproximadamente, en su intradós. Están apoyados en pilas de sillería que presentan en sus extremos tajamares de sección semicircular que sobresalen unos 60 centímetros de las pilas.

Los dos arcos centrales dan paso al arroyo, que en momentos de crecida ha llegado a cubrir la altura de las pilas. Los arcos de los extremos tienen continuidad en sendos muros, contrafuertes o estribos que se anclan en las laderas del valle. Como señala Ángel Mayo, la técnica constructiva y los materiales elegidos para el puente del Bollo y el resto de los puentes del acueducto han estado condicionados por “… el poco volumen de la obra y la estabilidad que requiere un puente de tan poca anchura, se han construido todos de sillería, excepto el pequeño relleno de los estribos, y de los tímpanos de los arcos, en donde se ha empleado la mampostería…”.

Los arcos sustentan el cajero del acueducto, construido con grandes sillares, que mantiene las mismas dimensiones que se aprecia en otros tramos de la conducción. Según explica el ingeniero, “siendo pequeña la sección transversal del acueducto no se ha reducido en el paso de los puentes, pues la economía que se obtendría obligaría a aumentar la pendiente, y aún cuando se dispone de suficiente desnivel, complica la ejecución de las obras el cambio constante de rasantes. Según esto, los cajeros tienen 0,50 metros de ancho, y un metro de altura, quedando un espacio de 70 centímetros para el acueducto, y una anchura total de 1,70 metros, que se aumenta a 2 metros en los arcos”. Para que la calidad del agua no pueda verse afectada por elementos externos, la conducción no va abierta, y “…el acueducto se cubre con una tapa de sillería de 1,80 metros de ancho, apoyada en los cajeros, para evitar que ensucien el agua los muchos ganados que hay en las inmediaciones”.

Una nota distintiva del Puente del Bollo es su almenara, esto es, la canalización por la que se conduce al río el agua que sobra en el acueducto. Situada en el extremo de aguas abajo, tiene una alberca lateral construida junto al estribo que recoge los sobrantes y los deriva al arroyo por un canalillo.

Como las demás almenaras situadas a lo largo de toda la conducción, podía ser utilizada también para desaguar el acueducto en este punto en caso necesario. Junto a ella, y sobre la tapa de sillería del cajero, se construyó una casilla que permite el acceso al interior. Como colofón de la obra se situó en la parte central del cajero, aguas arriba una lápida en la que figura su fecha de construcción en la que se lee: “Reinando Ysabel II Año de MDCCCLXIV”.

El coste de la obra, según se detalla en los cuadros de presupuestos que figuran en la Memoria de las Obras del acueducto del Tempul, fue de 196.200 reales, suma cuantiosa pero algo menor que la supuso la construcción de otros puentes como el de Los Romerales o el del arroyo de Ojos-Azules, donde fue preciso realizar también largos muros de acompañamiento.


Un día histórico: el 22 de junio de 1869

El puente del Arroyo del Bollo se terminó en 1864, casi cinco años antes de que llegase el agua de Tempul a Jerez, un 22 de junio de 1869, en el que “…sobre las cinco de la tarde, se abrieron las compuertas de Tempul y, casi 17 horas después, de acuerdo a lo previsto por los cálculos del ingeniero Ángel Mayo, las aguas llegaban a la ciudad: “…poco antes de las diez de la mañana del 23 de junio de 1869, las aguas de Tempul entran en torrente y se precipitan sobre el depósito hiriendo dulcemente los oídos de cuantos se encontraban allí”.

En la actualidad el Puente del Arroyo del Bollo está seriamente dañado y lleva ya unos años sin que las aguas del acueducto corran sobre sus arcos como lo habían venido haciendo desde hace más de 125 años, por lo que fue preciso realizar una derivación. Como podrá observar quien se acerque al lugar, el pequeño hundimiento de una de sus pilas provocó el deterioro de dos de sus arcos.

En el primero de ellos se aprecia una dovela parcialmente desprendida. En el segundo, una gran fisura recorre todo su intradós apreciándose las huellas de viejas filtraciones. El cajero del acueducto se aprecia también ligeramente hundido y toda la obra parece lanzar un grito sordo de petición de auxilio que, tal vez por lo remoto y apartado del paraje, nadie oye.

Desde esta tribuna aprovechamos para hacer un llamamiento, primero a Ajemsa y después a quien corresponda para que esta singular obra de nuestro patrimonio rural pueda recibir la reparación que merece para que dentro de unos años, cuando se celebre el 150 aniversario de la traída de aguas a Jerez, luzca como Ángel Mayo la diseño.

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