El tira y afloja que se vive entre el ministerio de Sanidad y la consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid sigue siendo un espectáculo tan lamentable como el tratamiento de la pandemia en las sesiones de control del parlamento. Habrá que darle lamentablemente la razón a Théophile Gautier que cuando vino a España, en su famoso viaje, y visitó el palacio de la Carrera de San Jerónimo dejó escrito: “Es imposible que, dentro de un edificio construido con tan mala arquitectura, se pueda hacer ninguna cosa buena”. Habrá que esperar a que el tiempo y los buenos parlamentarios rompan el maleficio.
El acuerdo logrado -y puesto en cuestión acto seguido-, tras reiteradas peticiones del gobierno de la Nación, para que la Comunidad de Madrid adoptara las medidas necesarias para proteger a sus ciudadanos ha resultado todo un ejemplo de ciega obstinación de la citada autonomía. Ha significado más un pacto-tregua, roto a continuación, que un acuerdo sincero. Es claramente insuficiente, en términos técnicos. Tarde y mal, en conclusión. Se habla de medidas homogéneas para todas las ciudades de más de 100.000 habitantes, pero sólo Madrid ha estado remoloneando irresponsablemente su aplicación desde hace semanas. Las comunidades autónomas que han actuado bien se enfadan con razón de esta generalización por un acuerdo entre dos.
Se han fijado unos parámetros que la comunidad madrileña no ha aceptado hasta que ha logrado que teóricamente sean extensibles a toda España. Será por la frase surrealista de su presidenta Isabel Díaz Ayuso: “Madrid es de todos, es España dentro de España. ¿Madrid qué es si no es España? No es de nadie porque es de todos”. Ahórrense las risas. Los parámetros de ocupación de UCI o de PRC positivos son habituales pero los de incidencia de contagios de 500 por cada 100.000 habitantes en los últimos 14 días se aleja sustancialmente de lo que recomiendan las instituciones más solventes, que lo sitúan a lo sumo en 150. No digamos lo acordado, por ejemplo en Berlín, donde el límite se ha fijado en la décima parte, en 50 contagios, para adoptar medidas restrictivas. Ahora bien, para contabilizar los contagios hay que realizar PCR, si no se hacen PCR el número de contagios baja obviamente. La bajada es ficticia. La ley y la trampa. Al final, un esperpento.
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