Querían que la ministra de Exteriores fuera al Congreso porque se reunió con el Ministro Principal de Gibraltar. El Congreso lo ha rechazado. Imaginaban la escena bíblica del Libro de los Jueces: “Muera yo con los filisteos”, le habría dicho González Laya a Fabian Picardo. Las columnas de las Cortes caerían con gran estrépito. Es un disparate y una desmesura la reacción de la derecha: “Ruptura”, “traición”, “error histórico”, “rendición” y “reprobación”.
Con la postura tradicional sobre Gibraltar pueden pasar otros 300 años más, tras 300 de irredentismo y fracasos. La política de hostigamiento ha provocado la reacción de aislamiento y de numantinismo de los gibraltareños.
La cerrazón del Reino Unido se veía así reforzada para mantener su estratégica base aeronaval. Cualquiera que conozca el devenir histórico desde 1704 sabe que se han probado asedios, cierres de frontera, operaciones de ataque conjunto con potencias extranjeras -incluido Hitler-, propuesta de intercambio por dominios españoles en América o el norte de África, retirada del cónsul, cierre del Cervantes, colas interminables, concluyendo con los resultados conocidos. La resolución de la ONU se produjo tras la descolonización del Tercer Mundo, con un sólido “bloque soviético” y con la “tradicional amistad” del mundo árabe e hispanoamérica. Ahí quedó inamovible. Como los procesos de Lisboa y Bruselas. Los cazadores de oportunidades buscan ahora rentabilizar el Brexit, sobre la cabeza de los campogibraltareños.
Con la democracia, Fernando Morán impulsó una política de población. Su estela la prosiguió Moratinos. Sin renuncias. La salvaguarda de los intereses y/o los deseos de los gibraltareños debían ser tenidos en cuenta por democracia y porque el parlamento británico manifestó reiteradamente que respaldaría la voluntad del pueblo de Gibraltar. En medio, socios en la OTAN. Estas son las coordenadas del nudo gordiano que la diplomacia española debe resolver con nuevos postulados. El pasado sólo ha deparado frustración.
La estrategia del gobierno de Pedro Sánchez de lanzar una “zona de prosperidad compartida” en el Campo de Gibraltar - que resume, como Andalucía, la posición estratégica española- es sólo el punto de partida, que la Comarca apoya, para superar un impasse tricentenario, con un nuevo enfoque de las relaciones con el Reino Unido y con la corresponsabilidad de la representación del pueblo de Gibraltar, que es su gobierno democrático, arrancado a los británicos por los gibraltareños. Cayó el Muro de Berlín ¿Porqué no va a caer la verja de Gibraltar?
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