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Cuentos de Navidad

Resulta que en estas fechas, lo de dar malas noticias, comunicar situaciones lamentables, airear las miserias ajenas; está mal visto...

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Resulta que en estas fechas, lo de dar malas noticias, comunicar situaciones lamentables, airear las miserias ajenas; está mal visto. Y preso de ese buen rollito me disponía a no aguarles el sábado con más pamplinas de este país nuestro, tan lleno de pamplinas que olvidarlos en estas fechas es una tarea imposible.

Pues bien, en ello estaba cuando leo en la portada de uno de los diarios que cubren nuestra provincia que los parados de Delphi no serán tratados mejor que los demás. En principio, aunque este feo decirlo, me alegró la noticia. Y no lo digo desde la envidia, sino desde la justicia; en un país donde cerca de 3 millones de ciudadanos están en las puertas del INEM todos los meses, no es de recibo que 1.500 de ellos cobren durante más tiempo, sencillamente porque su empresa cerró en época de elecciones.

Lo grave del asunto, no es que esta noticia salga a la luz ahora. Lo peor es que cuatro sindicatos que representan a los trabajadores –a todos– firmaran este acuerdo que establece un grave agravio comparativo. Que de entre todos los gaditanos que leyeron la noticia, ni uno solo –aunque a buen seguro les carcomía la envidia– levantó la voz para pedir justicia. Porque a fin de cuentas no nos olvidemos que ese dinero sale de algún lado, que ese dinero lo ponemos todos, y sobre todo, que si los españoles somos iguales, lo somos todos. Ya está bien tanta cultura de la prejubilación, la sordera remunerada, y el voto comprado con cargo a los fondos del Estado.

Los españolismos de a pie siguen viendo al Estado como un padre adinerado, al cual la renta le da para vivir y para mantener a sus vástagos por tiempo indeterminado, y esto nos está llevando por el mal camino, no ya por lo que a los presupuestos se refiere, si no en cuanto a la ambición de los españolitos, aferrados a la cultura del mínimo esfuerzo y las navidades eternas, en las que un político lo soluciona todo a golpe de talonario.
Por otro lado, en vez de tirar tanto dinero en cursos de mentira y subvenciones efímeras, ¿por qué no se reinvierte ese dinero creando riqueza? Además, teniendo en cuenta que sería una medida a largo plazo y de la que se beneficiarían las generaciones futuras. Pero eso sería hacer las cosas bien hechas, y probablemente no dejaría tanto margen para el mangoneo.

Y aquí estamos, con una situación de crisis que pinta cada vez peor, con un gobierno que no tiene ni idea de por dónde pegarle los capotazos a este toro, y con un presidente que se cree Papá Noel regalando subvenciones, a veces de verdad y otras de mentira, pero que como él sabe muy bien, sirven para que los españolitos cateto-votantes lo vean con buenos ojos; a fin de cuenta es el que está repartiendo las riquezas de este país. Cuando el barco se vaya a pique, si no lo está ya, cuando la caja nacional diga basta, cuando los jubilados y los parados aferrados a sus subsidios se queden sin la paga mensual, entonces harán huelgas, entonces no sacarán la cara por su Robin Hood.

Siento mucho, de corazón, haber escrito esta columna, hubiese preferido hablarles de otras cosas, más acordes con las fechas en las que nos encontramos. Pero eso sería eludir mi responsabilidad sobre los acontecimientos que me dicta la conciencia criticar. Aun así, con todo lo que tenemos encima, le vuelvo a desear felicidad, porque falta nos va a hacer las buenas intenciones, porque la coyuntura no es la más propicia.

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