Sindéresis

Después de la alborada

Del mismo modo, no hay manera de construir una sociedad civilizada moderna ignorando los conceptos más básicos del Derecho

Publicado: 16/07/2023 ·
17:59
· Actualizado: 16/07/2023 · 17:59
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Autor

Juan González Mesa

Juan González Mesa se define como escritor profesional, columnista aficionado, guionista mercenario

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No hay manera de construir una sociedad civilizada moderna sin observar los tres preceptos de libertad, igualdad y fraternidad. Ayuso proclamó “libertad” en la campaña por la CAM, pero la libertad sin igualdad no es más que la dictadura capitalista. Del mismo modo, la igualdad sin libertad es lo que define a las dictaduras de corte comunista. Ambos conceptos, libertad e igualdad, sin fraternidad, carecen de un proyecto político sustentado en la necesidad de un gobierno.

Del mismo modo, no hay manera de construir una sociedad civilizada moderna ignorando los conceptos más básicos del Derecho: no hay libertad sin seguridad y no hay seguridad sin justicia. Eso fue lo que sucedió durante la dictadura de Franco, que construyó una inmensa maquinaria institucional dedicada al latrocinio. Aporto datos; la derecha habla de que la Ley de Memoria Histórica pretende reescribir la historia, síntoma de que ellos la escribieron antes. La historia, en todo caso, se estudia.

En 1939 Franco promulgó la Ley de Responsabilidades Políticas, por la que se calificaban como delictivas conductas que podían ser penadas incluso si se hubiesen cometido antes de la promulgación de la ley. Cuando se dicta una ley que ignora el principio de irretroactividad penal, que dice que no se puede penar un hecho cometido cuando eso todavía no era delito (nullum crimen, nulla pena, sine previa lege) no es justicia, ni siquiera desde un punto de vista dictatorial: es venganza. Imaginaos que el gobierno dictaminase que ir a más de 100 km/h por autopista fuese sancionable, y que revisase las cámaras de tráfico hasta 5 años atrás para ver quién fue a más de esa velocidad, y le pusiese una multa; pues esto es lo mismo.

Penalizaban a quien se hubiese opuesto a su golpe de estado activamente o con pasividad grave; se condenó a la gente que defendió el orden constitucional de su país; por ejemplo, a los militares y guardias civiles que hicieron honor a su juramento. Por supuesto a sindicalistas, comunistas y anarquistas, pero también profesores, campesinos y, cómo no, a sus mujeres, las que rapaban y metían en instituciones, cuando no les robaban a los hijos para ahondar en algún tipo de purificación ideológica.

Hasta noviembre de 1966 este tribunal investigó a 400.000 personas y sancionó a la mitad. Un 10 por ciento de la población española fue encontrada culpable y penada con la cárcel o el destierro y casi siempre con la incautación de sus bienes para la “reparación moral de la Patria”. En el afán de dejarlo claro: Franco ordenó robar a uno de cada diez españoles en caso de que lo encontrase culpable un tribunal compuesto por dos magistrados, dos militares y dos miembros de las FET y de las JONS; no solo en contra de la más mínima compasión cristiana o sentido de la justicia, sino en contra de lo único que puede diferenciar a un guerrero de una alimaña: el honor.  Y el honor, en un militar, ordena tratar con respeto al otro sobre todo cuando has ganado.

No en vano, Franco entró al oficio de dictador con su sueldo normal de general, y salió siendo magníficamente rico y dejando propiedades obscenamente valiosas a los suyos; a eso se le llama botín de guerra. Porque Franco saqueó España. Y sus herederos llevan décadas presentándose a las elecciones dentro del PP y ahora dentro de Vox. Por eso quieren mantener la escritura que hicieron de la historia, para que no los conozcas, pero los conocemos y, aunque ahora parezca que atravesamos una noche fría que no acaba, os recuerdo que la hora más fría de la noche es justo antes del amanecer. Y la próxima luna creciente, después de la alborada, recordaremos. Y venceremos.
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