La escritura perpetua

Stefan Zweig

Aunque esta obra es en su subsuelo un canto a la vida, hay una denuncia al descomunal peligro que supone la intransigencia política, a esa locura colectiva

Publicado: 25/06/2018 ·
10:53
· Actualizado: 25/06/2018 · 10:53
Autor

Luis Eduardo Siles

Luis Eduardo Siles es periodista y escritor. Exdirector de informativos de Cadena Ser en Huelva y Odiel Información. Autor de 4 libros.

La escritura perpetua

Es un homenaje a la pasión por escribir. A través de temas culturales, cada artículo trata de formular una lectura de la vida y la política

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La  vida del escritor austriaco Stefan Zweig fue apasionante y desoladora. Zweig creó una obra literaria descomunal, en la que cultivó, con una capacidad sublime de reflexión, la novela, la biografía, el ensayo y el relato breve. Dejó auténticas joyas literarias. Además de las numerosas conferencias que pronunció en distintos países del mundo. Pero el nazismo lo aniquiló psicológicamente. Pudo con él. Zweig huyó finalmente a Brasil, junto a su segunda mujer, Lotte Altmann, 35 años menor que él. En la tarde del 22 de febrero de 1942 ambos se quitaron la vida con un veneno en un suicidio largamente planeado.

El director catalán Sergi Belbel, a partir de un brillante texto del dramaturgo Antonio Tabares, ha recreado para el teatro los últimos momentos de la vida de este escritor, en ‘Una hora de la vida de Stefan Zweig’, una obra inquietante y con destellos de misterio, que se ha representado en el teatro de La Abadía de Madrid y ahora se encuentra de gira por España. En esta pieza, construida por Antonio Tabares con una acertada carpintería teatral, un visitante inesperado, Fridman, se presenta de repente y sin previo aviso en el momento más inoportuno en la casa de Zweig, sólo 60 minutos antes de los planeados para el suicidio. Suena un timbre. Un timbrazo que rompe bruscamente la atmósfera de quietud y desolación en la que hasta ese momento se había desarrollado la función. Fridman es parlanchín y obsesivo. En realidad se trata de un trasunto de los personajes creados por Zweig en sus obras. E inevitablemente se establece un sensacional duelo intelectual entre Fridman y Zweig, personaje excelentemente interpretado por el actor andaluz Roberto Quintana. La obra está llena también de pensamiento de Montaigne, el creador del ensayo moderno, al que Zweig admiró profundamente, y de frases brillantísimas extraídas de obras del escritor austríaco.

Aunque esta obra es en su subsuelo un canto a la vida, hay una denuncia al descomunal peligro que supone la intransigencia política, a esa locura colectiva, impregnada del mayor dolor y terror, que fue el nazismo. Esta obra es una señal de alerta. Y supone un contraste entre la poesía y la maldad. Entre la belleza de la creación literaria y la tentación de destrucción del ser humano. Es una obra teatral envuelta en una poética sublime. Una gran obra.

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