La tribuna de El Puerto

Las verdades del barquero

De las tres que dijo, la que más gustó al barquero fue: “Y si a todos les cobra usted lo que a mí, ¿qué hace usted aquí?”

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El lector debe saber que si se siente molesto por algo de lo que aquí expongo, mi intención no ha sido otra que la de presentar la situación tal como la veo. Al conversar sobre temas de actualidad suele surgir una pregunta cuyo tinte retórico esconde la imposibilidad de darle una clara respuesta.

Me refiero a la de cómo es posible que hayan podido convencer a tanta gente para asumir tantos nuevos valores políticos y morales, sin apenas dar razones sólidas y sin que terminen de ser conscientes de a donde les conducirán (no todos necesariamente a un mal fin).

Si se parte de que la mayoría de las personas que forman la sociedad no son propensas a cambiar su forma de pensar (hay pocos revolucionarios auténticos), para poder influir en dicha sociedad, y captar adeptos a una determinada causa, un sociólogo aplicaría tres estrategias:

La primera sería infiltrarse en las instituciones educativas y académicas (especialmente facultades de Periodismo, Filosofía, Ciencias Políticas e Historia),  pata aleccionar alumnos que, convertidos en defensores y vigilantes de lo políticamente correcto, ocuparían en el futuro destacados puestos sociales desde los que podrán anatemizar al que se oponga a introducir los nuevos valores políticos y morales.

La segunda sería buscar aliados entre los enemigos de aquellos valores que se pretendan cambiar.

Entre los que destacarían los colectivos sociales que hayan sufrido históricamente agravios por parte del sistema de poder dominante, movimientos como los del tipo antisistema y animalista, y por supuesto los nacionalistas periféricos.

La tercera estrategia (y la más efectiva) sería generar clientelismo, derribando la barrera de los méritos y capacidades para que ciertos individuos o grupos mediocres se beneficien con cargos o dádivas, y luego lo agradeciesen a quienes les han favorecido.

Así proliferarían interinos, oposiciones restringidas, nombramientos a dedo y trabajadores convertidos en funcionarios sin aportar méritos.

Además, se darían abundantes ayudas a ONGs ineficaces, se harían leyes y otorgarían grandes subvenciones a favor de industrias y colectivos concretos, y se impondría una educación mediatizada por lo políticamente correcto.

Lo preocupante es que hay quienes ya aplican o proponen aplicar las citadas estrategias.

Un estudiante propuso el barquero pasar gratis el río Tajo en el pueblo extremeño de Talaván, este le dijo que lo llevaría solo si decía tres verdades que le dejasen callado.

De las tres que dijo, la que más gustó al barquero fue: “Y si a todos les cobra usted lo que a mí, ¿qué hace usted aquí?”, A veces pensando que nos salimos con la nuestra, lo que salimos es perdiendo.

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