El Loco de la salina

La muerte y sus muertos

Por cierto, todavía no me ha explicado nadie el por qué los zombis andan como andan dando tumbos de un lado a otro sin estar borrachos.

Muere octubre, pero una vez más resucita Halloween con ganas de sangre. Los niños se vuelven locos disfrazándose de muerte, de esqueletos, de brujas, de demonios…Y los mayores nos hemos puesto, como siempre, a discutir sobre si la cosa es o no es una americanada que hemos importado los catetos del sur o es algo aceptable, dadas las ganas de guasa que hay en esta tierra. Ya nos tragamos hace bastantes temporadas las hamburguesas y hoy cualquiera le dice a un chaval que no coma hamburguesas.

Hemos resistido un tiempo a tener que tragarnos el invento de Halloween, pero a estas alturas hay que reconocer que ha triunfado entre los pequeños por mucha anestesia que le echemos al asunto y por mucho interés que les pongamos a todos los santos del cielo. Por tanto nos toca a los mayores salir de las trincheras y comernos el marrón por muy poco que nos guste. Nada más que hay que asomarse a la calle o a las puertas de muchos colegios para ver cómo corren los niños bromeando con la muerte, que, aunque es compañera inseparable, es de desear que cuanto más lejos esté mejor para todos.

Sin embargo para los niños es motivo de puro cachondeo y la tratan con unas ganas de bromas que se te ponen los vellos de punta. Se te ponían, porque ya nos da igual. Incluso, tal como están las cosas, hay gente que prefiere la muerte a soportar el martirio de tener que ir a votar por tercera vez. Otros muchos se han puesto una espesa venda en los ojos y no hay quien los convenza de que la cosa no es tan grave ni tan definitiva.

Concretamente, estos días se ha descolgado el señor obispo de Cádiz con unas declaraciones sobre el asunto, que te retrotraen a siglos pasados y te dejan casi instalado en el Concilio de Trento. Dice que, como propuesta para todos los que la quieran seguir, los niños podrían disfrazarse de santos, de ángeles…Así la santidad vencería sobre el mal. Y a eso lo llaman Holywins. Y se queda tan tranquilo.

Yo les puedo contar mi experiencia de hace unos días. Me llegó mi nieta con la historia de que todos los niños de su clase iban a ir disfrazados al cole para celebrar Halloween y que ella quería ir disfrazada de demonio con su tridente incluido y la peluca de fuego. Yo, dispuesto a defender las costumbres patrias y las consignas cristianas del obispo, la cogí, la senté en una sillita y con una paciencia infinita le dije: “Cariño, escúchame con atención. ¿Sabes tú lo que es el infierno? ¿Te imaginas el pedazo de calor que hace allí? ¿Sabías que el más malo de todos los malos es el demonio? ¿Acaso tú quieres ser la más mala de todas las malas?”

Se hizo un silencio, me miró la malvada y me dijo: “Abuelo, sígueme contando el cuento”. Yo le respondí que no era un cuento y, como ya me estaba impacientando, corté camino: “¡Tú deberías ir disfrazada de santa!”. Como me percaté de la cara que me puso, le añadí desesperado: “¡O de angelita!”.

Su contestación fue tan tajante que me dejó con la palabra en la boca: “Pero, ¿te has vuelto loco, abuelo?” Le iba a decir que ya lo estaba, cuando se fue corriendo a ver un tétrico escaparate de esos que te enseñan todo el repertorio de muertos, de zombis y de cosas macabras.

Por cierto, todavía no me ha explicado nadie el por qué los zombis andan como andan dando tumbos de un lado a otro sin estar borrachos. En fin, que no hay manera. Mi nieta no se quiere disfrazar de santita, ni de angelita, ni siquiera quiere llevar en sus manos el santo rosario. ¡Qué hago, señor obispo? Yo no sé qué voy a hacer con mi nieta, y eso que no paro de repetirle que no hay que jugar con las cosas de morir. ¿O era con las cosas de comer?

Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN