Lo que queda del día

Papeletas de sitio

Begoña tendrá que pregonar su programa en una tierra donde también escuece su desliz, donde la gente se parte el pecho por sus cofradías y donde le pueden contar qué habría sido de muchas familias de no ser por la contribución social que hacen desde sus parroquias. Para todos seguirá siendo “la que

Hoy creo que debo empezar pidiendo disculpas a aquéllos que no piensan, sienten, opinan o creen lo que yo; algo que, por cierto, dice mucho en favor de todos ellos, aunque tampoco les conozca personalmente, de la misma manera que también dudo que me conozcan a mí. Y para que vean que mi intención no era desanimarles, ni contrariarles, sólo interpretar la ya de por sí atrofiada realidad que nos incumbe, permítanme recordarles las sabias palabras que Harper Lee puso en boca de Atticus Finch: “Uno es valiente cuando, sabiendo que la batalla está perdida de antemano, lo intenta a pesar de todo y lucha hasta el final pase lo que pase. Uno vence raras veces, pero alguna vez vence”.

El que la lleva la entiende, y si no es así siento no poder imitar en este caso a mi admirado Marx -Groucho, por supuesto- y decirles que “si no les gustan mis opiniones, tengo otras”, aunque espero que les compense la cita de Matar a un ruiseñor; es lo que tiene esta permanente lucha a la hora de escribir con un ángel y un demonio en cada hombro: uno me pide hacer sangre y el otro compensa hurgando en mis heridas, aunque no me queda claro quién hace qué. Para evitar nuevos entuertos, optemos por la vía fácil y hablemos de Podrían, convertido en tótem de los que aún creen en las causas perdidas -y no me refiero, precisamente, a quienes los apoyan-.

El partido anda repartiendo sus papeletas de sitio para presentarse a las elecciones autonómicas y a estas alturas el olor a incienso es ya insoportable -será de tanto abusar de la iconografía mesiánica-. Búsquenle la explicación que quieran, pero ya se ha dicho que la más probable será siempre la más sencilla, y resulta inevitable vincular que la gaditana Teresa Rodríguez vaya como número uno por Sevilla y la sevillana Begoña Gutiérrez por Cádiz con la atropellada tropelía podemista sobre la Semana Santa -todo ello, a la espera de que sean confirmadas en el proceso de primarias-.

Begoña tendrá que pregonar su programa -a no ser que le sirva con la marca- en una tierra donde también escuece su desliz, donde la gente se parte el pecho por sus cofradías y donde le pueden contar qué habría sido de muchas familias de no ser por la contribución social que hacen desde sus parroquias. Lo entenderá e intentará explicarse, pero para todos seguirá siendo “la que quiere cargarse la Semana Santa”.

Al menos sabrá de qué va eso que nosotros entendemos por penitencia y que ella entenderá como sacrificio inevitable: el parlamento como alternativa a la candidatura a la Alcaldía de Sevilla para esquivar una y otra vez la misma pregunta -hay cosas que nos cuesta asimilarlas; más o menos como lo de Monedero-.

En lo de las papeletas de sitio andan todos más o menos enfrascados, y ya saben que, en algunos casos, no basta sólo con pagarla, sino que además ha habido que hacer méritos, pero estamos demasiado distraídos -entretenidos- con lo que ocurre por arriba como para prestar atención al reparto de puestos.

Y por arriba sigue arrasando Susana Díaz, menos entre los ex de Delphi, a la que ya piropean hasta desde la prensa -será por eso de “más periodismo” que pide García Ferreras; ¿o era “aquí no estamos para hacer amigos”?; dejémoslo en evidencia-.

Juanma Moreno necesitó ayer que Mariano Rajoy viniese a Torremolinos a hacerlo; tampoco le sobran los piropos entre los que le acompañan a diario: es otra evidencia. Al candidato del PP se le ve cada día más forzado, tal vez vencido por las circunstancias. Si fuera entrenador de fútbol ya estaría buscando equipo, como cuando a Schuster le enseñaron la salida del Madrid después de decir que “en Barcelona no es posible ganar ahora”.

Ayer criticó que en Andalucía sigamos con la presión fiscal más alta de España. Dijo estar “¡jarto!”. Así, varias veces, tan forzado como un actor haciendo de andaluz, y, obviamente, no me quedo pensando en el mensaje, sino en quién habrá sido el iluminado que le habrá aconsejado hablar así y que ha hecho que me olvide de lo que estaba “jarto”. Ay, qué jartura de políticos.

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