No hay nada peor que verse obligado a desandar el camino recorrido, sobre todo cuando la ruta era la adecuada. Es lo que ha sucedido con el Mercado de Futuros del Aceite de Oliva (MFAO), único en el mundo, que nació hace ahora algo más de una década, en Jaén, la primera productora mundial de aceite de oliva, y que era una herramienta eficaz para salvar las fluctuaciones y garantizar un precio a los productores en un mercado caracterizado por épocas de concentración de la oferta (de cosecha) y por precios muy variables a lo largo del año, que suelen restar atractivo. Por tanto, el MFAO era una herramienta muy útil, otra cosa es que la gestión que se haya hecho de este mercado haya sido la más adecuada, sobre todo teniendo en cuenta los altos salarios de los directivos (130.000 y 85.000 euros anuales) y que solo fue rentable en dos ejercicios. En cualquier caso frustra que Jaén pierda este mercado, y mucho más, en sigilo, sin que nadie quiera airear el fracaso implícito que supone su desaparición, a pesar de los problemas derivados de su adaptación a la nueva normativa Europea. La sensación es de resignación de su mayor accionista, la Junta de Andalucía, y la sospecha, el temor, es que, más pronto que tarde, este mercado de futuros del aceite de oliva opere desde otra ciudad u otro país.
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