Una feminista en la cocina

Relaciones guillotinadas

No le han dado mucha cobertura a este caso en Alemania porque no entienden la violencia machista como un mal extendido.

Publicado: 29/04/2019 ·
13:26
· Actualizado: 02/05/2019 · 18:12
Autor

Ana Isabel Espinosa

Ana Isabel Espinosa es escritora y columnista. Premio Unicaja de Periodismo. Premio Barcarola de Relato, de Novela Baltasar Porcel.

Una feminista en la cocina

La autora se define a sí misma en su espacio:

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Nadie sabe todavía por qué el alemán asentado en Tenerife mató a su mujer y a su hijo mayor. El pequeño, ante la agresión, corrió por una zona inhóspita y agreste hasta que se topó con alguien que lo llevó a la policía. Ya a salvo, narró cómo había matado su padre a su madre. No le han dado mucha cobertura a este caso en Alemania porque no entienden la violencia machista como un mal extendido. Tampoco que haya roles asumidos tan integrados en nosotros mismos, que deberíamos arrancarnos la piel a tirones para desincrustárnoslos. Es difícil, ya se lo digo. Ramallo, eminencia en lo suyo, ha visto como la despojaban de la custodia de sus hijas adolescentes al separarse del padre, aduciendo la sentencia que es una mujer que trabaja mucho. Su propia madre ha declarado en su contra, explicando que pasa poco tiempo con las crías cuando no tiene porqué trabajar al ganar su marido mucho dinero.     

Cartel contra la violencia de género.

Los roles es lo que tienen, que se enganchan al cuello no dejándonos respirar como una constrictor. Los mensajes subliminales que recibimos andan anclados en el tiempo, llamándolos los entendidos “micro-machismos”. Conozco casos de separaciones donde el padre pierde la compartida porque la madre no trabaja y encima se topa para no lograrla con denuncias de malos tratos, de desatención o abuso de su propia hija. Pues eso le ha pasado a Ramallo al buscarse un nuevo compañero tras la separación… denuncias de maltrato, de abandono de sus hijas y de abuso de una de ellas por parte de su nuevo compañero…Todas ellas desestimadas. Es una guerra no de roles, sino de botín cárnico porque consideramos a las personas como territorio por conquistar, posesiones más o menos valiosas de las que presumir o encerrar para que no nos las roben.

El alemán que cambió la vida de su hijo de 5 años para siempre , matando delante de él- a golpes- a su madre y su hermano de 10 se llama Thomás, como ese trenecito bonachón y con cara de haber bebido rosado que encantaba a mi hijo mayor en preescolar. Este Thomas tuvo la sangre fría de llevarlos a una cueva perdida para empezar a darse festín de sangre con los golpes que propinaba. No se borrará el horror en la mente de su hijo( sobreviviente) jamás. Tampoco el rencor de Ramallo hacia los que la privan de una parte de su vida por no doblar la rodilla y rendir vasallaje a la maternidad, la entrega y el sometimiento al rol que asumimos cuando parimos. Madre es una palabra que engrandecemos con sudor, lágrimas y mucha paciencia. Sus hijas (13 y 17) están mutando en mujeres del mañana, asumidoras a su vez de los conceptos de abandono y desatención maternal porque la suya ha osado priorizar trabajo o carrera profesional. Habrá más, muchas más. Cuesta mucho llegar para que nos lo quieran arrancar de las manos. Cuesta morir, nunca matar. Si no que se lo digan al alemán con cara de trenecito ebrio de sangre.

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