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Respetar el respeto

Se pregunta cada cual sobre lo que está ocurriendo para que tantas personas desde diversas posiciones invoquen el respeto, para sí mismas o a sus creencias, cual arma arrojadiza para conseguir, eso dicen, “respeto”.

Se pregunta cada cual sobre lo que está ocurriendo para que tantas personas desde diversas posiciones invoquen el respeto, para sí mismas o a sus creencias, cual arma arrojadiza para conseguir, eso dicen, “respeto”.
El verbo respetar tiene según la  Real Academia Española de la Lengua varias acepciones: Tener respeto, veneración o acatamiento. También significa tener miramiento. El respeto, respecto antiguamente, goza de otros significados. Como reconocimiento  de las mejores cualidades, sociales o morales,  de otra persona. Pudiendo provocar veneración o incluso sumisión. También puede significar el cuidado que se pone en no ofender la susceptibilidad o los derechos de otros, o  el que se tiene para no dañar alguna cosa. E incluso el respeto puede relacionarse con el temor, el miedo o recelo. Por ejemplo a los “políticos” hay que tenerles “respeto”, no tanto por la noble misión que dicen realizan, sino porque su poder puede enfocarse contra una persona. 
Normalmente la persona que invoca el respeto, para sí o para aquello en lo que cree, se siente amenazada, por algo o por alguien. Y suele ocurrir que el manifestarse genere una falta de respeto para otras personas o lo que ellas creen. Una forma bastante sencilla de detectar cuando se produce la falta de respeto es preguntarse si aquello que pudiera considerarse falta de respeto es o no el ejercicio de un derecho. Por ejemplo el derecho a expresarse libremente sobre cualquier materia o asunto difícilmente puede conseguir en los demás la turbación propia de un ataque, de un insulto. Manifestar de palabra y por escrito sobre el mundo de las ideas o creencias, por irreverentes que parezcan, en modo alguno puede conformar una falta de respeto.
Y no es infrecuente que invocando respeto a lo de uno, se pretenda silenciar la  libre expresión del otro. Se produce entonces un afán para que nadie diga, para que nadie manifieste nada que menoscabe el valor de lo que se cree. En materia de religión el asunto asume dimensiones extraordinarias ya que confunden, algunas personas, el respeto al derecho a tener creencias religiosas, con el respeto a esas creencias. Estas pueden ser objeto de crítica, de denuncia,  incluso de repulsa… porque aquello que cada cual cree puede y debe ser objeto de análisis y crítica por otros, y no debe confundirse con el derecho de cada cual a asumir el credo que considere oportuno. Desde esta perspectiva nunca está justificado el rechazo, la agresión o incluso el asesinato de personas, porque tienen el derecho a pensar y creer libremente. Como siempre los límites se encuentra en el obrar, porque como dice el refrán “entre el dicho y el hecho va un largo trecho”.
Fdo. Rafael Fenoy Rico

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