La agenda política está demasiado marcada por asuntos que a unos cuantos aspirantes a gestores profesionales dan miedo, aversión, fobia, cosica… llámelo como quiera. El De los Monteros ve una reunión de personas libres, sin que un cura controle su comportamiento, puestos así en círculo, como en los scouts, y le da miedo. Cosica. Aversión. No sé, porque la verdad es que me cuesta un poco meterme en la cabeza del chaval ese, pero al parecer la imagen se le representa como un aquelarre o una reunión de hombres poderosos en la sombra, dispuestos a controlar los destinos de toda la humanidad.
No reírse, hombre.
Me cuesta meterme en la cabeza del chaval ese porque no sé si lo que le da miedo es la aconfesionalidad del acto o la disposición circular. Si le molesta la disposición circular, en el Congreso no debe sentirse demasiado cómodo, ya que se trata de la mitad de un círculo, de ahí el nombre de hemiciclo. Pero lo que habría que recomendarle encarecidamente es que entonces no se deje caer nunca por una plaza de toros.
Si lo que le molesta es la aconfesionalidad del acto, yo le recomendaría directamente que se mudara de país, pero rápido. En este país no se va a volver a señalar a la pelirroja que no pudiste follarte para acusarla de bruja. En este país no se va a volver a obligar a nadie a postrarse ante ningún símbolo religioso. No vas a volver a robarle el huerto a la mujer del represaliado político, y si alguien dice que hay que violar a las mujeres de los rojos, ese va a ir a la cárcel.
Y si estaba en un panteón, del panteón se le traslada a otro hoyo; después de Franco va Queipo de Llano, que a nadie le queda ninguna duda.
En este país, acostúmbrate, el único insulto político válido es fascista, o su versión regional, franquista. Porque esto es una democracia, y en una democracia, comunista no es un insulto. Me remito al hecho de que los comunistas no tienen que esconder su nombre en las papeletas, pero los fascistas sí; por eso os llamáis VOX, porque si os llamaseis como os gustaría, no habríais podido presentaros a las elecciones.
Pero da miedo, ¿verdad? Da miedo encontrarse con que la mitad de los que te votan lo hacen no por convencimiento, sino por un bombardeo de mentiras que medraban en sus propios miedos, en el miedo al hambre, a la pobreza, a la invasión, a la enfermedad. Da miedo que la gente sepa que vuestro único campo de cultivo es el miedo, y por eso nunca podréis hacer una política valiente, siempre tendréis que ocultaros en máscaras y siempre usaréis la bandera como una bomba de humo, e intentaréis esconderos detrás de la agotada simpatía del rey, de la nostalgia hacia los deportes bárbaros y de una mal entendida idea de nación. Pero cuando se caigan uno a uno todos esos parapetos, incluida la hegemonía del clero, solo quedará vuestra estupidez, vuestra avaricia y vuestro inabarcable miedo a la generosidad, solidaridad y bondad humanas.
Porque en ese campo sois piedras que hay que apartar para seguir sembrando.
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