Notas de un lector

Como náufrago en la isla amante

Con “El mundo se derrumba y tú escribes poemas” (Fundación José Manuel Lara. Vandalia. Sevilla, 2016), Juan Cobos Wilkins retorna a la género lírico siete años después de la publicación su anterior poemario, “Biografía impura”.

Con “El mundo se derrumba y tú escribes poemas” (Fundación José Manuel Lara.  Vandalia. Sevilla, 2016), Juan Cobos Wilkins retorna a la género lírico siete años después de la publicación su anterior poemario, “Biografía impura”.
Y lo hace de forma sincera y rotunda, con un libro que resulta una decidida apuesta por contar y cantar la propia circunstancia vital desde su lado más descarnado y doliente, pero sin renunciar en ningún momento a la esperanza y a la belleza que puedan aun derivar del propio vivir.

     Al hilo del proceso de escritura de este nuevo volumen, el autor onubense confiesa: “Yo veía y sentía que una cierta forma de vida vivida, un cierto mundo habitable y habitado, se desmoronaban en paralelo a la propia existencia”.
Y precisamente, desde ese personal azogue, se han ido reflejando -revelando- las imágenes, los instantes y las experiencias que el yo poético ha sumado de  forma íntima y verdadera hasta encontrar una voz serena, pero firme, contenida, mas enérgica, con la que ha moldeado estos poemas brillantes, puros: “El mundo se derrumba y tú escribes poemas./ Qué brazos, igual que una pietá/ te sostendrán ahora que caes, te precipitas/ como funambulista que pierde el equilibrio/ entre la pasión y la armonía (…) Esto no es el comienzo de una hermosa amistad./ No hay piedad, no hay perdón, no hay abrazo./ El mundo se derrumba y tú escribes poemas”.

    El lector se halla, pues, ante un discurso que ahonda sin hermetismos en la raíz profunda de cuanto acontece en la conciencia de ese sujeto lírico que sufre más que disfruta, que acompasa su verso al ritmo del desorden y la certidumbre, de la razón y el alma, como náufrago en la isla amante. El anhelo por alcanzar un entorno equilibrado e igualitario, donde la libertad individual fluya de manera común y solidaria, se alza también entre estas páginas, y dotan al conjunto de una emoción cómplice.
Mas también el amor -el que duele en las deshoras, el que sangra en la tristura, el que ilumina con su llama la alborada, el que pone nombre a la noche…-, se posa y reposa en estos versos, y se asoma alto y casi eterno desde el verbo corazonado del poeta: “No es soportable el peso de la luz/ cuando un enamorado/ camina por primera vez descalzo sobre el mar (…) Unas pisadas en las dunas,/ las tuyas, descalzo sobre ellas (…) Y el mar./ El mar que te dejaba caminarlo/ ingrávido como un enamorado”.

     Los años vividos, los paisajes hollados, cuanto fue y cuanto resta por vivir y soñar, se orillan, a su vez, al par de estos textos y elevan la temperatura de la melancolía, la sed que arrulla la melodía del ayer: “¿Cómo era ser joven,/ cómo era?/ Tal vez/ sólo un temblor,/ un estremecimiento,/ la brisa ondulando las juncias, las juncias/ reflejadas en el agua./ ¿Qué era,/ cómo fue?.

    En suma, un poemario de honda madurez, vertebrado entre la memoria y el destino, y que ofrece en la llama de su esencia el mágico misterio que requiere toda buena poesía.

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