Matrícula de deshonor

Que se cumpla pronto

Aún no eran las cinco de la tarde y ya mis hijas comenzaban a prepararse para acudir a la manifestación y exigir sus derechos

Publicado: 09/03/2020 ·
12:22
· Actualizado: 09/03/2020 · 12:22
Autor

Federico Pérez

Federico Pérez vuelca su vida en luchar contra la drogadicción en la asociación Arrabales, editar libros a través de Pábilo y mil cosas

Matrícula de deshonor

Un cajón de sastre en el que hay cabida para todo, reflexiones sobre la sociedad, sobre los problemas de Huelva, sobre el carnaval...

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Aún no eran las cinco de la tarde y ya mis hijas comenzaban a prepararse para acudir a la manifestación y exigir sus derechos. Las observaba mientras enviaban y recibían constantes mensajes de/con sus amigas sobre lemas y frases que de vez en cuando repetían -a media voz- mientras se preparaban. Me hacía ilusión observarlas con el entusiasmo que estaban viviendo esos momentos, no siendo el primero de sus breves historias, y me temo, tal como está actualmente el ambiente, que tampoco será el último. 

El hecho en sí me enorgullece, me hace sentir satisfecho de cómo las hemos educado, tomando conciencia de la realidad que ya empiezan a vivir y de las ganas que tienen de cambiar la visión de un país que aún sigue anclado en ciertos aspectos en el pasado. Sus camisetas moradas, sus pañuelos, caramelos para la garganta y un fuerte beso para afrontar las horas de marcha. La lección la llevan aprendida de casa. Es en estos momentos cuando se entra en modo reflexión, cuando debemos hacer balance de los logros obtenidos y todo lo que aún queda por conseguir para que las nuevas generaciones tengan una mayor libertad, una mayor seguridad y esa equidad necesaria para afrontar la vida en todos los aspectos.

Ayer cientos de niñas, como una de mis hijas (17 años), comenzarán la lucha por unos derechos que ya empiezan a sentir que no son justos, que ya perciben que no son iguales y que requerirá de mucho esfuerzo y trabajo para conseguir esa igualdad deseada tanto en la sociedad como en sus respectivos desarrollos personales. Y las vi pasar: orgullosas, entregadas y arropadas por esa enorme marea morada que inundaban la carretera. Saltaban, gritaban y se rompían el alma para que sus voces se oyeran y se respetaran. Cierto es que el camino no será fácil, a pesar del enorme esfuerzo de sus mayores, de mujeres que llevan toda su vida entregadas a esta causa. Las/os feministas tenemos un deseo... que se cumpla pronto.

 

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