La Pasión no acaba

Alquitrán y misterio

Va delante del cortejo con una sonrisa más grande que la plaza de la Maestranza. Unas gafas que dejan ver la bondad de sus ojos claros descansan...

Publicado: 08/01/2020 ·
18:02
· Actualizado: 08/01/2020 · 18:02
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  • Alberto Máximo Pérez Calero. -
Autor

Víctor García-Rayo

El periodista Víctor García-Rayo es el presentador y director del programa La Pasión de 7TV Andalucía

La Pasión no acaba

Dedicado al alma de

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Va delante del cortejo con una sonrisa más grande que la plaza de la Maestranza. Unas gafas que dejan ver la bondad de sus ojos claros descansan en el puente de su nariz y sus manos tiran caramelos mientras los pies caminan solos, como si Alberto no pesara. Parece volar mientras pisa la piel de Sevilla y ríe por no llorar. Saluda agradecido, tendiendo la mano y el alma -igual que hacen los niños de las carrozas- y dibuja ilusiones en cada trazo de su zancada que le lleva por el recorrido de la tarde mágica de una ciudad a la que ama desde lo más profundo de su ser. Ya hace rato que salió la Estrella (él tiene otra en San Jacinto) por la puerta de la Universidad.


¡Adiós, amigo! ¡Feliz día de Reyes, querido! ¡Me alegro de verte! ¡Te quiero mucho! ¡Adiós! ¡Felicidades! ¡Que te dejen todo lo que hayas pedido! ¡Hoy prontito a la cama, eh! Y así todo el camino, tirando -qué digo tirando, echando caramelos, que esos besos de nuestros niños no se tiran, se echan al corazón- y regalando sonrisas a ambos lados de cada calle, de cada tramo de alquitrán y misterio, de todos los adoquines de su ciudad.


El doctor Pérez Calero abre comitiva y va recetando azúcar. Sí, también a los diabéticos. Este azúcar es sana porque los Reyes son magos y el presidente del Ateneo lleva tacos de recetas que garantizan desde los pies hasta la cabeza una tarde de salud plena. En el cuerpo y en el alma.


Es verdad, ríe por no llorar. A la par que se emociona y se deslumbra por la belleza natural de las sonrisas de nuestros pequeños, que le apasionan, Alberto está recordando un año de trabajo de todo un equipo de personas que otra vez se han dejado la vida en esta Cabalgata. Y llora por esos niños de la primera fila con sus bolsas en la mano y el corazoncito encogido. Todo ha sido por ellos. Se acuerda de los esfuerzos, de los voluntarios, de las noches de trabajo, de los favores que se pidieron. Y recuerda el compromiso del Ateneo con Sevilla, y las horas que otra vez le ha quitado a los suyos. Alberto llora porque ve en esos ojitos pequeños de nuestros cachorros la inocencia más pura del hombre. Llora porque sabe todo lo que hay detrás de las carrozas, los tronos, los caballos, las bandas, las fuerzas del orden y la estructura vital de la casa de la calle Orfila, tan cerca de la panadera bendita que todo lo pone en Regla. Alberto llora porque detrás de sus pasos viene el milagro. El milagro de la felicidad, de la magia, de una noche que pasará fugaz por nuestras vidas.


Detengamos un momento la Cabalgata que quiero darle un abrazo enorme, más grande que la Maestranza, a ese hombre que va abriendo el cortejo de la ilusión. Ese hombre que ríe... por no llorar.

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