Llevo años rastreando el andalucismo, aquel movimiento autonomista que, a lomos del pensamiento de Blas Infante, inflamó a muchísimos andaluces al comienzo de la democracia. No lo hago con un ánimo de reivindicación nacional, pues no es nación Andalucía; sino como ejercicio de autoafirmación de una tierra que ha entregado el plato y la cuchara y que lleva años viendo cómo sus hijos más preparados acaban en otros países porque aquí no hay sitio para ellos: de la maleta de cartón del emigrante en los sesenta hemos pasado a la emigración coolde ingenieros y médicos, pero el desgarro por la partida es igualmente doloroso en estas familias que lo fue en aquellas: andaluces todos abandonando su tierra. He leído alguna vez que el andalucismo ya sólo sobrevive en las coplas de los carnavales andaluces, en las hablas de nuestra tierra y en la mente de algunos que piensan que, en su ejercicio político concreto, se halla la clave para recuperar la autoestima. Si se volviera a edificar un movimiento autonomista en nuestra tierra desde luego habría de dejar al lado la xenofobia de los movimientos nacionalistas catalanes y vasco, tendría que aceptar a Andalucía por lo que es, después de una honda reflexión histórica y sociológica, y, una vez hecho este ejercicio, habría de plantearse un programa de progreso y desarrollo en el que el campo y la mar, el paro estructural, el agua y la redefinición de nuestras principales industrias, entre ellas el turismo, sean los ejes centrales. Y, sobre todo, implicar a los jóvenes. ¿Por qué la reivindicación autonomista? ¿Necesitarían estos ideales ser encarnados en un partido concreto? La primera pregunta requiere de una sencilla respuesta: cualquiera que escuchase el pasodoble de Martínez Ares en la final del Falla de 2024, sabe que esta tierra necesita, como el comer, pensar en el futuro con más esperanza de lo que lo ha hecho hasta ahora, y eso sólo pasa por el desarrollo de un pensamiento político andaluz. En cuanto a la segunda, no lo creo, siempre que los partidos nacionales que por aquí pululan acojan este ideario y lo apliquen, con los matices propios de su ideología, con ambición y minuciosidad. Hoy, todos abrazan a Blas Infante: lo hizo el PSOE, lo hace el PP, lo están haciendo los partidos de la izquierda socialista, pero como dice un buen amigo, pocos de nuestros políticos lo han leído con el desapasionamiento necesario como para entenderlo y deglutir aquello que proponía. Aquello del andaluces levantaos sigue siendo hoy más necesario que nunca.
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