El Loco de la salina

Carnaval, carnaval

La vida es un valle de lágrimas, lo cual no significa que tengamos que estar llorando permanentemente.

Ya se está acabando el Carnaval. Para unos, que gracias a Dios, y para otros, que se ha hecho demasiado cortito. Por eso, en Cádiz se aguanta el tema hasta el carnaval chiquito, que es el próximo domingo, y que significa la despedida y cierre del cachondeo. No tengo el cuerpo para movidas excesivas, por lo que me he encerrado en la biblioteca del manicomio y me he puesto a curiosear libros para ver qué significa eso del Carnaval. Y me he llevado algunas sorpresas, aunque, visto lo visto, uno ya no esté mucho para demasiadas sorpresas.

Al parecer, el Carnaval no es de ayer por la tarde, sino que tiene su origen hace un montonazo de años y de siglos. Dicen que hay que remontarse a 5000 años atrás, cuando ya se celebrara esta fiesta en Sumeria y Egipto. Como yo no estuve allí ni de pensamiento, no puedo asegurarlo, pero en los libros está todo muy clarito. Lo que sí parece ya más cierto, por la cercanía de fechas, es que históricamente el origen de la celebración del Carnaval está en las fiestas paganas en honor de Baco, dios romano del vino. Los romanos copiaban en muchas cosas a los griegos, que ya tenían en Dionisio al dios del vino.

Estas fiestas no se llaman paganas porque alguien pagara la convidá, que es lo deseable, sino porque no eran religiosas. Tenían como nombre las Saturnales y las Lupercales. También en Egipto se celebraban en honor del toro Apis (por favor, que nadie se dé por aludido). De Roma se expandieron después por Europa, y los españoles y los portugueses las llevaron a América a partir de finales del siglo XV.

La Iglesia, partiendo del principio consagrado que dice: “Si no puedes con tu enemigo, alíate con él”, hizo que la Cuaresma (tiempo de sacrificio) fuera precedida del Carnaval a fin de que los cristianos le dieran movidilla al cuerpo serrano, que al fin y al cabo también fue creado por Dios, para después pasar al tiempo de sacrificio y penitencia.

Lo que es evidente es que el Carnaval es necesario, porque la gente de la calle se niega a vivir permanentemente en estado de vigilia y sacrificio. La vida es un valle de lágrimas, lo cual no significa que tengamos que estar llorando permanentemente. No puedo comprender que los curas deseen que los fieles vivan en eterno calvario y solicitando arrepentimiento de todo lo habido y por haber. La vida es otra cosa. Todo pasa y todo queda, pero evidentemente lo nuestro es pasar. De modo que nos encontramos con muchos autores clásicos de toda la vida que insisten en que los días que vivimos están contados y que hay que disfrutarlos a tope. Lo que se decía con la frase abreviada de “carpe diem”, es decir, agárrate al momento presente.

La Iglesia es enemiga de todo lo que signifique ganas de vivir, lo cual es producto de gente amargada y represiva. Prácticamente todo es pecado y es muy fácil caer en el infierno a las primeras der cambio. Y no se han dado cuenta de que en ese plan el cielo debe ser totalmente aburrido. En el infierno no habrá chirigotas ni bromas. Solamente se me ocurre pedirles a los dioses del Olimpo que por favor no me manden a un sitio con tanta malage. Prefiero el infierno puro y duro con gente cachonda que ir a vivir eternamente con los antipáticos y santurrones de hipócritas golpes de pecho. Cada uno tiene sus preferencias. El Carnaval se apaga y yo no hago más que pensar en el que viene. Más que nada porque me sobran las ganas de vivir y me sobra pensar siempre en el fuego de infierno.       

 

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