Hablillas

Click

Las circunstancias quizás no sean del todo favorables, pues hay otras necesidades y un futuro incierto y triste.

Publicado: 24/01/2021 ·
20:22
· Actualizado: 24/01/2021 · 20:22
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Autor

Adelaida Bordés Benítez

Adelaida Bordés es académica de San Romualdo. Miembro de las tertulias Río Arillo y Rayuela. Escribe en Pléyade y Speculum

Hablillas

Hablillas, según palabras de la propia autora,

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La aventura de la Historia, así se llama la colección de Playmobil en fascículos publicitada este comienzo de año, con el fin de que los peques se vayan familiarizando con unos personajes y hechos tan distintos a los que encierran los juegos de la psp. Tienen unos cuantos meses por delante para recibir el pedido, desembalarlo, abrir la caja y curiosear, probablemente, el juguete preferido de su padre.

Quién no jugó con estos muñecos de plástico, cuyo nombre es el sonido breve y monosílabo al encajar sus piezas, muñecos peculiares por diseño y numerosos detalles. No más grandes que la palma de la mano, los clicks motivaron la imaginación de toda la familia, siendo los pequeños quienes jugaban mientras los mayores iban conformando su lugar de residencia para ubicarlo en su habitación.

Es probable que anden por algún armario o en una vitrina a modo de recuerdo, porque siempre causó pena deshacerse de ellos como resultado de un pisotón, rotura y la posibilidad de hacer una herida cortando la piel.

Hace unos años, el centro Plaza organizó una exposición con ellos repitiéndose al invierno siguiente, reafirmándonos lo anterior: el click que entró en una casa no ha salido de ella y si lo ha hecho ha sido por cuestiones razonables. Y es ahora, desde la tele y con esta promoción cuando entendemos que no vuelven porque nunca nos abandonaron. Desde la juguetería ya saltaron a la colección con aquella dedicada a las profesiones, pero qué hay de la del barco pirata, cuya isla tenía incluso un preso encadenado, o la mansión victoriana, o aquel circo cuyos payasos y fieras obligaron a formar la cola de entrada la noche anterior, sobre las baldosas del dormitorio.

Eran colecciones particulares, sin embargo al ofertarlas en fascículos se asocian con el coleccionista, con esa sensibilidad al querer compartir y enseñar a un hijo el juguete más querido en su infancia, rescatado para contar, en este caso, la Historia. El anuncio se ha realizado con niños y la pregunta es si decidirán pasar un rato sin pulsar botones, si preferirán cogerlos, envolverlos en la mano opuesta a la de apertura de un fascículo que, en forma de tira cómica e ilustraciones a toda página con párrafos breves, motiva a leer a partir de la visualización.

En cualquier caso merecerá la pena hacerse con ella y probablemente tendrá éxito. Subyace, sin embargo, el problema del espacio, porque lo ideal sería tenerlos expuestos, piensa el interesado, intentando apaciguar la lucha entre el corazón y la lógica aplastante de los metros cuadrados. Las circunstancias quizás no sean del todo favorables, pues hay otras necesidades y un futuro incierto y triste.

Mejor vivir la nostalgia con el recuerdo dulce e inocente que regalaba un juguete.

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