La Pasión no acaba

Tú me curas

El escalofrío llegó como la daga que hunde su muerte afilada en la carne, atravesándola, abriendo a su paso un túnel negro de desazón y miedo. De angustia...

Publicado: 23/10/2019 ·
12:47
· Actualizado: 23/10/2019 · 13:50
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  • Valentín García. -
Autor

Víctor García-Rayo

El periodista Víctor García-Rayo es el presentador y director del programa La Pasión de 7TV Andalucía

La Pasión no acaba

Dedicado al alma de

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El escalofrío llegó como la daga que hunde su muerte afilada en la carne, atravesándola, abriendo a su paso un túnel negro de desazón y miedo. De angustia. La certeza era gruesa, tan pesada que apenas dejaba que se movieran mis piernas. Me sacudió la zozobra, queriendo partirme en dos, hasta que le agarró las manos la admiración, para que ese miedo no me pegara más. Yo admiraba a Valentín, con cada poro de mi piel, con cada micrófono abierto, con cada minuto de radio, en cada sonido de esa voz de alta montaña que le salía de las cuerdas vocales y del amor por la comunicación. Recordé entonces a Sabina. Él dice que la muerte es una amante despechada que juega sucio y no sabe perder. Y la muerte se había salido con la suya, llevándose en volandas oscuras una vida joven, un futuro, un porvenir, una maleta llena de cosas pendientes y una pendiente por la que había que subir aún muchas maletas. Pero, ay muerte canalla, mi amigo había terminado su trabajo, su siembra, había colocado millones de espejos, había dejado escrita la enciclopedia de la humildad, las cartas al mundo con el significado de la libertad para decidir cómo afrontar un revés de la vida. Dejaba redactado el decálogo de la superación con diez sonrisas inolvidables, había recogido todos los premios para repartirlos a manojos por las horas de catéter y sonda, de vía con sesiones de quimio y horizontes llenos de flores amarillas, violetas, naranjas, azules y rosas. De mano agarrada a la enfermera, de sueños y caricias. Mi amigo había dejado la lección de vida con el eco más grande de los últimos tiempos. Yo me curo.


Nos ha dejado la aplastante fórmula de la existencia. El cáncer no puede matar a la esperanza. Y Valentín -que viene de valiente- lo sabía. Por eso ideó todo el proyecto, por eso recorrió el camino delante de todos nosotros, con la bandera, con el honor, con la gallardía, con la risa siempre puesta.


La enfermedad está en las células, en los órganos, en los tejidos. Puede vivir en el organismo e incluso acabar con él. Pero no lo mata todo. Y es eso lo que desespera a la muerte. Del “yo me curo” de Valentín salieron pronto nuevas bocanadas de aire fresco, nuevas sonrisas, ilusiones, esperanzas, abrazos, risas y ganas de vivir, muchas ganas de vivir. Y mi amigo se marchó sin conocer del todo -o quizá sí- que su manera de afrontar las cuestas arriba han curado a mucha gente. Sí. El “yo me curo” está salvando vidas con el tratamiento de la ilusión, de la fe, de algo tan sevillano como es la esperanza. Aquel escalofrío que hundió su muerte afilada en mi carne cuando supe de tu adiós, Valentín, está tornando ya -mientras miro tu pulsera- en una sonrisa de mi corazón. Porque tú me curas. 

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