Eutopía

Imprescindible

Le mira y no puede contenerse… Sucedió, lentamente, como el agua que ponemos al fuego y se evapora gritando ausencias

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Le mira y no puede contenerse… Sucedió, lentamente, como el agua que ponemos al fuego y se evapora gritando ausencias. Día tras día, sus recuerdos se fueron cubriendo de olvidos. Y estos, hacen caso omiso al hilo que les une al presente. En ese viaje sin retorno, en el que nadie sabe a dónde se dirige, no podía llevarse los nombres, las calles que recorrieron, las llaves comunes, las caricias primeras... Le mira y rebusca, pacientemente, en su huidiza mirada, por si encuentra algún resquicio de lo que eran y significaban. Pero sabe, porque el tiempo le ha enseñado, que su memoria ya no se reconoce en el espejo, que pasa de puntillas por la existencia de quienes sin saber por qué se empeñan en rescatarla. Le mira, no deja de hacerlo… aunque para las demás personas, incrédulas de lo posible, parezca una convivencia “postiza”, llena de silencios y nomeolvides. Le mira, intuye que se encuentra en alguna parte y que quizás en algún instante, de nuevo, le reconozca. Sí, se conformaría, tan sólo, con unos segundos… para después revivirlos y aliviar la impaciencia. Sí, porque a veces, los ojos cansados se encuentran, y la ternura perdona hasta setenta veces siete, la distancia ineluctable, esa que no aceptaron libremente. Y a veces,  el cansancio frente a las “no respuestas”, recorre todos los rincones de la casa, y la pinta de duelo… Eso sucede “a veces”. ¿Pero qué sucede siempre? Que le mira, con la misma intensidad que cuando se conocieron, ahora con la calma de los años, pero con la profundidad de las fidelidades. Que le coge las manos. Pero ahora más que antes. Porque quiere, que a través de las suyas, sienta una confianza sin grietas ni fisuras, sin hasta nunca, sin adioses maquillados… Dicen que nadie es imprescindible. Y debe ser cierto. Aunque hay historias vitales que en lo realmente necesario se convirtieron en ineludibles. Personas imprescindibles para otras, porque en la andadura común, con sus idas y venidas traslucidas, se acompañarán desde aquel primer umbral hasta que finalicen su hoja de ruta. Seres irremplazables, porque su “estar” se enclava con firmeza y en los tramos más difíciles, su apoyo no es negociable. Nacemos y nos vamos, y quizás hayamos tenido la suerte, de “ser” sin concesiones “junto a…”, donde el “contigo” haya pasado de una posibilidad a un hecho consumado. Podemos llegar a una conclusión... La humanidad puede llegar a ser “prescindible” para el resto de lo creado, pero si aún no lo es, seguramente sea debido a quienes aman o han amado, no desde las ficciones, desde el falso romanticismo o las palabras estériles, sino desde el compromiso, el respeto y el convencimiento de que el “tú-yo” merece la pena y la alegría. Ahora viene a acabar como se empezó… Le mira y no puede contenerse… porque se reconoce con su olvido y se olvida de que no le reconoce. Porque no le hace falta acordarse de los sentimientos y emociones que le regalaba, porque con y sin a pesar del Alzheimer lo hace, libre de ataduras ni convencionalismos, sin presente ni futuro, con la serenidad de la desnudez. Le mira, porque es irremediable. No podría dejar de hacerlo, para agradecerle el camino andado. Le mira, y no puede contenerse…

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