Huelva caníbal

En esta ciudad en eterna construcción e inacabable destrucción, da igual que sus símbolos deportivos tengan que implorar ayuda para seguir formando, educando y compitiendo al máximo nivel con la marca Huelva por bandera

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La ciudad de Huelva se devora a sí misma. Su capacidad autodestructiva la define, la corrompe, la encadena y la condena. Incapaz de cuidarse, vive en un eterno secuestro consentido de todo lo que la pone en el mapa. Enferma de apatía, se va sosteniendo a base de migajas, sin importarle lo más mínimo poner una y otra y otra y otra vez la otra mejilla.   
Una sociedad que no sabe ver que su historia es su presente y su futuro, que su cultura es inversión y no gasto y que su deporte va mucho más allá que ir detrás de una pelota, es una sociedad zombi, adormecida, sin orgullo ni sensibilidad. Una sociedad en precario maldecida por la falta de perspectiva de su tejido empresarial y por la escasa-casi nula- influencia de sus representantes políticos locales, autonómicos y nacionales. La Huelva caníbal es una ciudad cobaya, a la que gusta bailar sobre sus tumbas, que camufla sus miserias con tópicos y prensa al servicio de la poca información, y con los tobillos en carne viva de tantas zancadillas entre paisanos.
O es torpeza o masoquismo, pero aquí no se acaba de entender que la solidaridad que ha de definir las sociedades que aspiran al desarrollo de los suyos no es sostenerse a base de limosnas, ni de rellenar titulares a base de intenciones que se queden en el subconsciente colectivo, y ya después a la hora de rendir cuentas si te he visto no me acuerdo. En esta ciudad en eterna construcción e inacabable destrucción, da igual que sus símbolos deportivos tengan que implorar ayuda para seguir formando, educando y compitiendo al máximo nivel con la marca Huelva por bandera. Da igual, es preferible la autopromoción de sus hacedores en viajes y ferias de postín. Da igual que Emilio Martín entre en la línea de meta brazos arriba celebrando ser campeón del mundo de duatlón y que en la foto que recorre el mundo se vea en su pecho Región de Murcia, o que Carolina Marín luzca en su camiseta por todas las canchas del planeta una famosa marca de aceite que, qué casualidad, tampoco es de Huelva. Da igual que el CB Conquero sea la mejor plantilla de baloncesto que jamás se haya visto en Huelva; mejor que muera, que esto de ser de Huelva y estar en lo más alto no se puede consentir. Da igual, da igual, da igual...
Huelva caníbal, a ver si deja de rumiar su colección de fracasos y empieza a poner los ingredientes suficientes para dar ya de una vez el salto a la modernidad. Porque ahora que tantos recuerdan que es la ciudad más antigua de occidente y que el legado que lo confirmaba es material de obra, lo único que queda claro, una vez más, es que es, simplemente, la ciudad más antigua.

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