Notas de un lector

Descalza entre laureles

De la vida, de su concepción, de su cohesión, de su ciencia y de su experiencia, habla precisamente, “Los líquidos íntimos” (Cálamo Poesía. Palencia, 2013), de Olga Novo

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Todas las concepciones del mundo parecen contener la misma estructura -¿el mismo enigma?-. O al menos, parecen venir determinadas por una común voluntad que se asienta sobre situaciones y objetos que causan placer y dolor, agrado y desagrado, felicidad y desdicha, asentimiento y reprobación.
Mas si llevamos esa concepción al plano personal, a lo que realmente tiene que ver con la materia del nacimiento y desarrollo del ser humano, la perdurabilidad y solidez de los principios son, en verdad, tan heterogéneos como contradictorios.
Y de la vida, de su concepción, de su cohesión, de su ciencia y de su experiencia, habla precisamente, “Los líquidos íntimos” (Cálamo Poesía. Palencia, 2013), de Olga Novo (Vilarmao, A Pobra do Brollón, Lugo, 1975).
En versión bilingüe –y traducido al castellano por la propia autora-, se reúne en este volumen buena parte de su obra lírica. En concreto, de cuatro de sus libros: Nósnus-Nosotros desnudos-, A cousavermella -La casa roja-, Monocromos y Cráter, título este por el que obtuviera en 2011 el Premio de la Crítica en lengua gallega.

    Confiesa Olga Novo en su nota inicial, que “la disposición de los textos no obedece a un criterio cronológico, sino de afinidad profunda”.
Dividido en cinco apartados, “Los líquidos íntimos”, “Raíz”, “Volcán vivo”, “Salvaje mente” y “Antes la vida”, la antología parte de un concepto de la vida como realidad radical, es decir, de un intento de aprehender el entendimiento reflexivo mediante la expresión espiritual de las palabras y el arte. Y no es sencillo el propósito, mas el verbo torrencial -pero preciso- de la escritora gallega, traza de manera lúcida un fulgurante recorrido por la gran objeción que es la existencia: ““De niña/ cuando me preguntaban a qué tenía miedo/ yo siempre respondía:/ a parir y al lobo”, anota en su poema “Lobo”.
Tras ese temor antiguo e infantil, puede descubrirse comola separación entre lo real y lo aparente, cobra aquí importancia suprema, pues en su filial discurso, Olga Novo incide en la metafísica de lo antinatural: “Querida mamá (…) te miro las manos podría lamerte las cicatrices de las manos/ hasta que dieran luz/  y curarte las hernias discales con un solo verso alejandrino”; para confesar más adelante: “Yo/ padre (…) no tengo cuerpo para un campo excesivo de hierba/ que renace/ ni para el chorro de agua que abres entre rocas”.

Sin embargo, su existencia como sustancia real, regresa hasta la conciencia del yo poético, que revela su verdad, su natural esencia, al mostrar certidumbre “de cómo fui cuarto creciente/ y llegué aquí descalza entre laureles (…) De cómo crecí del robledal/ de cómo fui capaz de tanta barcarola/ y de cómo concebí la revolución en vuestros vientres”.
Esa capacidad primaria de entendimiento, de universalizar la percepción sensible que nunca abandona al ser consciente, queda, otra vez, reflejada frente a un decir tierno y confesional: “El día que yo nací no había grandes señales/ helaba/ y la hierba se dejaba rumiar en el estómago del frío./ Tododormía su ser tranquilo”.

     Un florilegio, en suma, circundado por el amor a cuanto de palpable hay en lo abstracto, y que vierte su autenticidad sobre la sabiduría de la humana naturaleza: “Sobreviví y sobrevivo porque veo la belleza y va conmigo./ Sobreviví y sobrevivo porque la belleza me ve y voy contigo”.

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