Las primeras investigaciones, iniciadas en diciembre de 2010, confirmaron la existencia en Sevilla de un grupo de nigerianos con jerarquía, reparto de funciones y otros indicadores propios de una organización criminal dedicados a captar mujeres nigerianas para explotarlas sexualmente mediante prostitución callejera.
Las mujeres captadas en Nigeria procedían de estratos sociales de escaso nivel económico y eran engañadas con falsas promesas de trabajo bien remunerado así como de regularizar su situación en España.
Según indicó la policía, las víctimas eran amenazadas y coaccionadas, y los responsables de la red de proxenetas llegaban incluso a utilizar técnicas de magia negra como el vudú para obligar a las mujeres a prostituirse, según la policía.
La organización disponía de varios controladores localizados en los países de tránsito entre Nigeria y Europa (Mali, Costa de Marfil, Senegal, Libia, Argelia y Marruecos), por donde las mujeres eran trasladadas hasta Europa en vehículos todo terreno e incluso a pie.
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