Nuestro 'San Lolo'

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Pocas cosas me han hecho tanta ilusión en mi vida que el nombramiento de ‘Periodista Amigo de Lolo’ en el año 2003 por la Asociación de Amigos que reside en Linares. Como periodista, como cristiano y como jienense me siento enormemente feliz por la solemne beatificación que tendrá lugar en Linares mañana, sábado, día 12. Así me siento, amigo de Manuel Lozano Garrido, porque le he conocido, me ha admirado siempre la humanidad que destila toda su producción como escritor, y muchas veces he sentido a Lolo a través de la amistad con Lucy, su hermana, y persona tan providencialmente unida a él.

Lolo por muchas razones es para mi como de la familia, llevo su retrato en mi cartera como algo muy querido y he transmitido mi devoción por el que es mi santo preferido a toda mi familia, en especial a la más cercana, que son igualmente amigos de Lolo y defensores de su causa y de su santidad.
Por lo demás quiero felicitar a la Iglesia diocesana y a su cabeza a nuestro obispo, don Ramón del Hoyo, por la ilusión y la alegría con que se ha acogido esta buena nueva que tanto significa para Jaén, pues esta figura es acogida con devoción y un afecto sin exclusiones de ninguna clase, no hay nadie que ponga en tela de juicio a poco que haya conocido hablar de él que no se merezca un sitio entre los elegidos. Por supuesto reconocimiento y felicitación para el anterior prelado, don Santiago García Aracil, iniciador de la causa hace ahora quince años. Este camino ha merecido la pena. Agradecimiento muy especial para la Asociación de Amigos de Lolo, por existir, por saber esperar pacientemente, con el convencimiento de que la vida y la obra del hasta ahora Venerable y ya Beato, y esperemos que muy pronto Santo, Manuel Lozano Garrido, tienen que darnos muchas satisfacciones, de hecho algunas ya nos han llegado en los últimos años, por los testimonios admirables que se han escrito de él, por las aportaciones que se han hecho durante el proceso, por la cantidad de personas, algunas anónimas, que han sido seducidas por el ejemplar testimonio de cada uno de los escritos que nos ha dejado en herencia. Y agradecimiento no menos especial al postulador de la causa, Rafael Higueras Álamo, apóstol incansable hasta agotar todas las fuerzas en la preparación de un documento lo bastante sólido para garantizar su eficacia, sobre la figura de quien nos parece que da luz para mucha gente, también para sectores muy concretos, entre ellos el mundo del periodismo, a cuya tarea se dedicó bastantes años a través de sus colaboraciones habituales en diferentes medios, que dieron la talla de un gran periodista al servicio de la verdad. El Cardenal Foley dejó escrito sobre Lolo y su imagen de ‘comunicador’, escritor y periodista, que desde su sillón de ruedas había sabido vivir la ética de su profesión, mirando a Dios cara a cara.
Por razones de espacio he de acotar algún perfil de tantos aspectos como brillan con luz propia en la biografía de Manuel Lozano. Un escritor cristiano que a pesar de su ceguera y de su enfermedad daba muestras de amar a la vida, lo cual hoy es una lección permanente en una sociedad falta de valores, donde tantas cosas están en discusión, empezando por el propio derecho a la vida que es el don más grande que hemos recibido. Un Lolo escritor comprometido al servicio de la verdad. ¿Con qué Lolo quedarme? No lo dudé, me quedo con el Lolo periodista, porque me transmite un ejemplo al que poder acercarme cada día.
Por otro lado huyo todo lo que puedo de presentar a Lolo como un personaje excesivamente marcado por sus problemas físicos. Cierto que los tenía y no se pueden separar de lo que él era, pero sin esas dificultades también ‘Lolo’ nos estaría congregando, así lo pienso, por el resto de sus virtudes. Él precisamente demostraba todo lo contrario, contagiaba alegría y el dolor y la adversidad eran su ofrenda. Lo recogió muy bien Joaquín Amado cuando escribió: “Lozano Garrido no era un autor afligido y, mucho menos, un explotador literario de su particular desgracia física. Jamás hablaba de su enfermedad, ni hurgaba dolorosamente en ella, Lolo era esencialmente optimista, porque había logrado sublimar el sufrimiento incruento de su carne y transformarlo en fuente de felicidad que irradiaba a cuantos a él se acercaban”.
Entre nosotros y lo podemos decir bien alto, que Lolo es santo no es algo que se ignore. Y esto es lo que desde hace años venimos proclamando sus Amigos y muchos periodistas que incluso le pedimos al Papa hace tiempo, recién iniciada la aventura que mañana vamos a ver terminada, su respaldo personal al proceso. Y hoy de nuevo aprovechamos esta oportunidad para proclamar a los cuatro vientos, porque lo consideramos de estricta justicia, por la fuerza y el carisma de Lolo, la gigantesca figura de un escritor y periodista de provincias, que en la consideración de muchos, como escribió en su día en un espléndido artículo Tico Medina, ya sin esperar a que terminara como Dios manda al proceso, nuestro Lolo ya era San Lolo.
Lozano Garrido pasó más de la mitad de su vida en una silla de ruedas, los diez últimos años estaba ciego y su obra y testimonio, que escribió de esta manera y con ayudas como la de su hermana Lucy, son algo que estamos seguros que interesa conocer en la sociedad actual y en la futura, la figura de este Lolo y su singular biografía humanísima, que es un imán para tantos que tratan, que tratamos, de desarrollar nuestra tarea y ser, como él nos decía, a los que acogimos esta profesión, amigos de la verdad. De modo que los periodistas españoles podremos tener a nuestro propio santo, sin desmerecer para nada a un San Francisco de Sales lleno de méritos, pero nos engancha más un personaje tan entrañable y tan cercano.
Un personaje que fue, entre otras muchas cosas, fundador de la revista Sinaí, una obra de inmolación personal en la que grupos de enfermos como él, ofrecían su enfermedad y su muerte por todos los diarios y revistas de la época para que Dios ayudara a los periodistas y a sus familias siendo fieles a la verdad.
La debilidad física de su cuerpo no fue nunca un obstáculo para su gigantesca personalidad, dando continuas lecciones de consciente resignación y de serena esperanza, desde su silla de ruedas, marcando sendas de rectitud con una normalidad apabullante que sólo pensarlo sobrecoge por lo ejemplar de su conducta, la fortaleza de su dedicación y la generosidad de la ofrenda de su dolor convertida en alegría. No es fácil conocer biografías como la de este entrañable Lolo, y lo es menos no intuir ni el más leve abatimiento, o renuncia, o frustración. Todo en él era generosidad rebosante, y santidad, no hay la menor duda.
En este momento en el que tratamos de poner en el escaparate para que la gente se entere, la persona y la herencia espiritual de Lolo, no podemos por menos que enfatizar, con orgullo y con satisfacción, el papel de Manuel Lozano Garrido, no sólo como escritor muy comprometido, sino sobre todo de periodista, colaborador de diferentes publicaciones en las décadas de los sesenta y parte de los setenta hasta su muerte, y de cuya trayectoria cada día conocen más las nuevas generaciones de profesionales que perfectamente le pueden tener como referente de una verdad limpia expresada sin ambajes en cada uno de sus artículos o de sus apariciones en los medios de papel. Suyo es el Decálogo del Periodista, muy conocido, donde entre otras cosas, hace esta sugerente recomendación que en gran medida le define: “Cuando escribas, lo has de hacer: de rodillas para amar; sentado para juzgar; erguido y poderoso para combatir y sembrar”.
Aunque para nosotros vive Lolo permanentemente, desde luego viven y nos acompañan sus libros: El sillón de ruedas, Dios habla todos los días, Las golondrinas nunca saben la hora, Reportajes desde la cumbre, El árbol desnudo, Bien venido amor, Las estrellas se ven de noche…y otros más que son la mejor carta de presentación no ya para la dimensión de santidad que se busca y que existe en Lolo sino para aprender de cada línea de cuanto escribió desde el altar de su casa de Linares. Recibió por esta trayectoria docenas de premios literarios y sociales, uno de los más preciados seguramente el título de hijo predilecto de su pueblo, en 1969, junto a un homenaje popular de sus compañeros de pluma, de los periodistas de España a este periodista “paralítico y ágil”. Francisco Javier Martín Abril se encargó de destacar con toda rotundidad: “No creo que haya otro caso igual en España ni en el mundo”.
Se presentaba a Lolo como referente y maestro de periodistas, así lo escribe uno de sus amigos, el que fuera director de Ya, Alejandro Fernández Pombo, al retratarle: “Periodista de los pies a la cabeza, su estilo personalísimo colgado siempre de la noticia y de la actualidad cotidiana. Y ahí está, como argumento, evidente, el haber llevado la terminología periodística a todos sus libros e incluso a los títulos de algunos de ellos, como Reportajes desde la Cumbre o Mesa redonda con Dios”.
En fin, por un momento me imagino a Lolo observándonos desde arriba. Él rechazaría sin ninguna duda tantas muestras de reconocimiento a su paso por esta vida y a su tarea; seguramente que desde su carácter abierto y franco, incluso desde un cierto grado de socarronería, iba a invitar a tanta gente como le quiere y le sigue a que miraran hacia otra dirección.
Para quienes le conocieron a él o han conocido sus libros, se trata de un personaje tremendamente cercano, y con un mensaje actual, posible de compartir por la generalidad, nada de antiguo o pasado de moda, o conservador en su acepción más excluyente. Todo en él es una maravillosa lección de vida y de esperanza. Esto es lo que tenemos que intentar proyectar con la oportunidad de la Beatificación que mañana festejaremos y con la fuerza de la palabra de todos los periodistas que le amamos, pero sobre todo con la ilusión puesta en que esta verdad se extienda.
Y en efecto en los textos de Lolo, en todos ellos con los pies firmemente asentados en el suelo, hay siempre un guiño muy singular y definitivo, que está en la personalidad y en la mente del Autor, y es que mira hacia lo más alto, que es desde luego donde está la suprema verdad. Lo expresa admirablemente en “Bien venido Amor” con una expresión bellísima que no me resisto a reproducir para terminar: “Cada uno tenemos un Dios que pasea apaciblemente por dentro y fabrica luceros personales, florece sonrisas y marca dulces senderos”. En fin, enhorabuena a todos por nuestro San Lolo, por lo que nos ha llenado de alegría la buena nueva y porque sepamos merecer este regalo.

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