La segunda cita de la jornada llevaría nuevamente a las entrañas del barrio de San Mateo, en el corazón de la vieja ciudad. Poco antes de las cinco de la tarde se abrieron las puertas de la capilla de Santa Marta para dar salida a la cofradía cuyo paso de misterio plasma casi con rigor científico el traslado de Cristo al sepulcro. La hermandad enmarcó esta salida procesional en el cincuentenario de su fundación, que tendrá un nuevo hito cuando, allá a principios de octubre, Madre de Dios del Patrocinio presida una procesión extraordinaria. El cercano templo de San Lucas fue mudo testigo de la salida de la Hermandad de las Tres Caídas, que se simultaneó en el tiempo con la que protagonizaba en Los Descalzos la Hermandad de la Amargura. En el primer caso, la plaza se quedó pequeña para acoger a la auténtica marea humana que se dispuso a seguir por Jerez los pasos del nazareno caído. No le iría a la zaga la calle Medina, repleta de personas dispuestas a disfrutar con los primeros momentos en la calle de la cofradía de Los Descalzos.
Quedaban aún por echarse a la calle dos hermandades. Casi coincidiendo con la salida del Señor de la Flagelación, la Hermandad del Consuelo plantó su cruz de guía en la Ronda del Pelirón. Se trataba de un momento ciertamente histórico, toda vez que la cofradía estrenaba la capilla que había ansiado durante tantos años. La Virgen del Consuelo recibió la luz del sol apenas abiertas las puertas de la capilla, cuyas reducidas dimensiones permitieron que los jerezanos disfrutaran de su presencia desde el mismo momento en que se descorrieran los cerrojos.
La Hermandad del Prendimiento cerró la jornada, iniciando su itinerario pasadas las siete de la tarde. El Señor de Jerez lució como nunca -que es lo mismo que decir como siempre-, mientras que el manto del Desamparo fue llevándose consigo los ecos de un miércoles de categoría.
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