El Parlamento surgido tras las elecciones debe tener como objetivo el respaldo a un Gobierno estable que pueda afrontar los graves problemas que tiene el país, desde el paro y la precariedad hasta el sistema de pensiones y la crisis territorial. La celebración en los últimos tres años y medio de tres elecciones generales ha sido la consecuencia de la inestabilidad provocada por la fragmentación del arco político, en donde frente al tradicional bipartidismo PP-PSOE han surgido nuevas fuerzas como Ciudadanos, Podemos y Vox y ha crecido el independentismo catalán, en un ambiente cada vez más alejado del espíritu de concordia y consenso de la Transición.
Sin cesiones mutuas, como entonces, y sin el intento de hallar denominadores comunes nos veremos abocados cada vez más a un escenario a la italiana, con gobiernos minoritarios y poco duraderos. Portugal se ha convertido en el ejemplo de cómo la coexistencia política puede cambiar el rumbo de un país que fue rescatado por la UE. El presidente de la República es un conservador independiente con el que ha de entenderse el del Gobierno socialista en minoría, el cual a su vez precisa del apoyo de los comunistas radicales y de los ecologistas, y a veces, también de la derecha. El resultado, el “milagro portugués”, el país que más crece de Europa y donde más ha bajado el paro y el déficit. Portugal, el espejo en el que debe mirarse España.
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