Última Columna

Qué difícil es comentar la “política”.

“Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida.

Qué difícil  es comentar la “política”.

No se asuste el lector, porque este texto no va de investiduras y otras zarandajas. Más bien el reflexionar sobre de lo que en este, y otros asuntos políticos, se comenta por medios de comunicación y mentideros.  Por cierto la Real Academia de la Lengua define a esto, en general, como  “lugares donde se reúne la gente para conversar”, y en particular como “grupo humano o ambiente, en el que se comentan noticias de algunas parcelas de la actualidad”. Poniendo el ejemplo de que “En los mentideros políticos se especula sobre las elecciones”. La palabra se las trae porque la mismísima académica la coloca en el ámbito somático del verbo MENTIR. (De mentir y -dero.). Señalando este “-dero” el lugar, en este caso donde se miente. Por ejemplo: matadero, meadero, lavadero,…. Además en denominaciones, como por ejemplo, las del Diccionario de la lengua española (© 2005 Espasa-Calpe) le añaden la cualidad de que las gentes que en estos mentideros se juntan deben estar “ociosas”, es decir sin necesidad de hacer negocios (negación del ocio) o tarea alguna.
Situado el soporte, conviene proceder a verter el contenido y a eso se aplica este texto. Porque, quienes a esto de comentar la política se dedican, parten de una dificultad casi insalvable, si  es que de verdad se pretende orientar a quienes van dirigidos sus mensajes. En primer lugar por la  carencia de información veraz.  Y claro está, como quienes deben vivir de estos comentarios, tienen por obligación que hacerlos, ya que si no, no cobran, van y largan aquello que les dicen otras personas o se les ocurre. Porque, ¡oiga!, para este oficio de comentarista político se debe ser muy ocurrente.  Cuando algunos “tertulianos”, que precisan  de las tertulias para vivir de ello, comentan: lo que “piensa” fulano, o mengano, también lo que  “va a ocurrir”, siempre con condicionantes, ¡claro!, no vaya a ser que tengan dotes adivinatorias sin saberlo;  se sitúan claramente en el ámbito del mentidero. Y aunque pueda no haber pretensión de falsear la verdad,  para equivocar al receptor del mensaje, mienten.  Y mienten cuando trasladan a la sociedad mensajes no contrastados, mensajes que por su rotundidad parecen revestidos de un conocimiento inexistente.
Frases como “el pueblo demanda un gobierno”, “la ciudadanía está cansada”, “estamos al borde del caos si no se elige el presidente” …  no son  posibles sostenerlas porque datos (no opiniones), datos de verdad,  no se disponen. Sensaciones que cada cual tiene porque escucha en el autobús, en el trabajo, en el café… comentarios de gentes que comentan lo que los medios de comunicación comentan a su vez,  y de esta forma el círculo se retroalimenta hasta el infinito y como decía Joseph Goebbels, ministro de Propaganda nazi: “Miente, miente, que al final algo quedará... ...cuanto más grande sea una mentira, más gente lo creerá..." Y al repetirla mayor será la sensación de verdad.  Releer los 11 principios de la propaganda que el malvado Goebbels sintetizó tiene mucho de provechoso para comprender que ocurre en las políticas mediáticas. Especialmente vienen al caso dos de ellos que parecen sostener el andamiaje de tanta tertulia que insiste en el Principio de la vulgarización. “Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar.” Y el Principio de orquestación. “La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentarlas una y otra vez desde diferentes perspectivas, pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto.  Un ejemplo cercano: la tristemente famosa “investidura”.
Fdo  Rafael Fenoy Rico

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