El Loco de la salina

El paraíso

Ya se está llegando a comprender poco a poco que el auténtico infierno se puede pasar aquí sin necesidad de morirse.

Cuando los señores enterados del tema hablan del paraíso y le añaden lo de fiscal, se cargan del todo la esencia de lo que es y debe ser un paraíso. En su etimología la palabra paraíso hace alusión a jardines artificiales rodeados por un cercado. No se hace referencia ni al fisco ni a Montoro. Pero, como nos gusta tanto jugar con el sentido de las palabras y cambiarles el significado, siendo el cielo lo más caro, se le llama paraíso a la parte más alta de un teatro, aunque sea la zona más barata. No hay duda de que el paraíso es el sitio ideal por excelencia, el lugar a donde todos quisiéramos ir, menos unos pocos que yo me sé, que están haciendo méritos suficientes para no aparecer por allí.

Es verdad que los distintos estratos visitables después de la muerte han sufrido un drástico recorte a través del tiempo. También la religión ha metido las tijeras. Hace muchos años que se quitó de en medio el limbo y nos quedamos sin saber qué hacer con los niños sin bautizar ni dónde recolocar a los tontos; después se cargaron también el Purgatorio pensando que ya purgamos en la Tierra de sobras como para añadir leña al fuego, nunca mejor dicho. En la actualidad, aunque se menciona el infierno, ya no se hace como cuando yo era pequeño.

Los Hermanitos de La Salle me aseguraban que el infierno duraba más tiempo que el que tardaría una hormiga en partir la Tierra en dos gajos a base de desgastarla dándole vueltas. Se pasaron. Ya se está llegando a comprender poco a poco que el auténtico infierno se puede pasar aquí sin necesidad de morirse, con tal que te toque una suegra en condiciones. Ahora se les ve venir, van descarados a por el paraíso. Se le pone detrás lo de fiscal y ya no es lo mismo. Un paraíso por derecho no debería estar relacionado con los billetes.

Pues bien, llevamos unos días que para nosotros se quedan. Hasta el más tonto tiene billetes en el paraíso, con lo cual se demuestra que tenemos chorizos para regalar y que España es el país más rico del mundo, aunque toda su riqueza la tenga fuera de sus fronteras. Por lo visto la cosa es muy sencilla y a mí no se me había ocurrido. Se crea una sociedad en el quinto pino y a mandar billetes por un tubo. Yo no había caído. Claro, hay que tener los billetes y ahí está el problema. Al parecer todo eso es para pagar menos impuestos, aunque la madre patria se hunda en la miseria. ¡Lo que hace el dinero, que al perro que lo tiene se le llama señor perro!

Esos españoles tan listos que se llevan la pasta a Panamá piensan que confiar su dinero al gobierno es como confiar un canario a un gato hambriento. Aquí, entre rateros, maleantes, blanqueadores, pícaros, listos, sinvergüenzas…, tenemos una colección como para llenar cuarenta paraísos. Pero no se engañen. Los locos pensamos que todos esos papeles no aparecen por casualidad. Lo que nos faltaba es que, además de locos, nos vayan a tomar por imbéciles. ¿Ustedes se fían? ¿No estará por detrás la mano de alguien (léase Estados Unidos) que quiere a toda costa acabar con el paraíso de Panamá para instalar el suyo propio?

Mayores cosas se han visto y se verán. Todo esto no quita que los españolitos deberíamos tener más vergüenza. Ya dice el evangelio que es más difícil que un rico entre en el reino de los cielos que el que un camello entre por el ojo de una aguja. Por cierto, muy mala traducción, ya que se ha traducido “camello”, cuando en realidad es “soga de muelle”, lo cual tiene sentido. Pero ya ven, hay mucha gente que prefiere ir al paraíso de Panamá, que al otro paraíso, que, siendo más duradero y eterno, ofrece menos garantía. Y es que el personal ya no se fía ni de Dios.

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