Lo que queda del día

Código rojo

Aunque desconozcamos sus compañías, se agradece que haya alguien dispuesto a tocarle los cojones a la clase dominante y demostrarle que podemos ser obedientes y sacrificados, pero no estúpidos

Jonathan Tepper y John Mauldin son dos reputados economistas norteamericanos que vienen advirtiendo desde hace unos tres años sobre las funestas consecuencias de las políticas económicas que se vienen practicando por los gobiernos y mercados financieros de mayor peso en el mundo. En 2011 publicaron en Estados Unidos un libro titulado Endgame (Fin del juego), convertido en poco tiempo en best seller, y en el que abordaban la deuda soberana de los países desarrollados y la crisis de los créditos. En dicha obra sostenían que “para estos países -entre los que resulta inevitable incluir al nuestro- sólo hay dos opciones, y ninguna es buena: reestructurar la deuda o reducirla a través de medidas de austeridad”.

Pese a la crítica situación descrita y los muchos libros vendidos -tal vez lo tomaron por novela de ficción-, no parece que les hayan tenido en cuenta sus advertencias y recientemente han publicado Red code, donde sus apocalípticos análisis de la realidad económica mundial van más allá y del que han realizado una versión adaptada a la situación de Europa, con mención especial para el caso español: Código rojo, acompañado del subtítulo Cómo proteger tus ahorros ante la inminente nueva crisis financiera mundial.

Tepper y Mauldin sostienen que, lejos de haber iniciado la senda de la recuperación e iniciar la salida del largo y tenebroso túnel, estamos a punto de caer de nuevo al abismo, engullidos por las erróneas políticas económicas de los estados, que han elevado su deuda hasta límites extremos -la de España equivalía a finales de 2013 al 94% del PIB-.

El título del capítulo dedicado a nuestro país es bastante elocuente: España: los peores reguladores de la galaxia, en el que desnudan las políticas financieras españolas y nos advierten -eso tampoco era necesario, somos conscientes- de las lamentables consecuencias que tienen en nuestra sociedad en general y en nuestros ahorros en particular.

Es cierto que, del mismo modo que se decía que detrás de Al Gore había conglomerados mundiales interesados en su catastrofista alegato medioambiental, habrá quien aluda a sospechosas compañías en torno a Tepper y Mauldin para desacreditar sus advertencias, ya que Código rojo surge en un momento bastante inoportuno para los que alientan la sensación de euforia que ha invadido en los últimos meses los mercados financieros, la percepción de salida de la crisis y la recurrente coletilla de “lo peor ya ha pasado”, pero también se agradece que haya alguien dispuesto a tocarle los cojones a la clase dominante y demostrarle que podemos ser obedientes y sacrificados, pero no estúpidos.

Los autores de Código rojo sostienen que “las políticas monetarias expansivas no se emplean para hacer crecer la economía real, sino para llenar las arcas de los accionistas, y conllevan un riesgo evidente: una nueva, y más profunda si cabe, crisis financiera mundial derivada de la acumulación de deuda por parte de las principales potencias mundiales”.

Por desgracia, aquéllos que deberían tener en cuenta las conclusiones de la pareja de economistas norteamericanos deben pensar que quien tiene que preocuparse por lo que escriben es Stephen King, cuando en realidad son ellos mismos los que han venido inspirando esta espiral del miedo que va camino del sometimiento.

Mónica de Oriol, presidenta del Círculo de Empresarios, no ha escrito ningún best seller, pero, después de leer sus declaraciones de esta semana, sí sabemos lo que piensa y a quién dirige sus pensamientos cuando los pronuncia en voz alta. Según ha dejado constancia, el millón de desempleados procedentes del ladrillo no sirven para nada, hay que seguir favoreciendo las medidas de despido, reducir el número de funcionarios y acabar con la actual prestación por desempleo, que favorece situaciones de “parasitismo” entre los desempleados.

Se ha ganado numerosos descalificativos, también por escrito, pero, en su defensa cabe decir que, al menos, ha venido de frente, diciendo las cosas a la cara; y eso es algo que, aunque la retrate, la sitúa por encima de quienes dicen lo contrario a lo que piensan. Este sigue siendo un país libre. De Oriol lo sabe. Pero no de estúpidos. Y eso lo sabemos nosotros.

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