Notas de un lector

Con Pessoa

Sus versos vuelven ahor en una cuidada edición. “Fernando Pessoa. Selección Poética”(diciembre de 2013), con la doble intención del acercamiento de su obra al lector de hoy y de la celebración de los ciento veinticinco años de su nacimiento

En julio de 1972, Rafael Santos Torroella daba a la luz, en la serie “Selecciones de Poesía Universal” de Plaza &Janés, unos “Poemas escogidos” de Fernando Pessoa, que él prologaba y traducía y que se ofrecía en texto bilingüe. Aludo a tal edición -cuando de hablar del portugués se trata-, porque durante sucesivos lustros la he tenido muy cerca y he vuelto con frecuencia sobre sus páginas. Dentro de ese libro, conservo un artículo de UlysesPetitMurat, aparecido en “La Nación” de Buenos Aires (21.10.72) con este encabezamiento: “Pessoa, en la zona restringida”; Santos Torroella titulaba su introducción “Fernando Pessoa en su laberinto”.

     Laberinto, zona restringida… He dado vueltas a esas palabras muchas veces. Él escribió: “Esa especie de locura/ que es poco llamar talento/ y que brinda en mí la oscura/ confusión del pensamiento,/ no me da felicidad”… “Nâo me trazfelicidade”, dice él exactamente. Se miraba en su espejo y veía a Álvaro de Campos, a Ricardo Reis, a Alberto Caeiro. Tras ellos, aparecía y desaparecía Fernando, su pulido perfil.

     Sus versos vuelven ahora -los suyos, los de sus heterónimos- en una cuidada edición, propia del sello que la avala (Faktoría K de Libros). “Fernando Pessoa. Selección Poética”(diciembre de 2013), con la doble intención del acercamiento de su obra al lector de hoy y de la celebración de los ciento veinticinco años de su nacimiento en Lisboa en 1888 (m.1935). La muestra aquí reunida es bilingüe y la versión castellana de Xosé Ballesteros. El angoleño Pedro Proença (n.1962) ilustra estas páginas con collages y dibujos reveladores de un colorido vivo y de un vigoroso pulso pictórico.

     Trece son los poemas que el volumen recoge (la colección se llama “Trece lunas”). Cuatro llevan la firma de Pessoa, cuatro la de Álvaro de Campos, dos la de Ricardo Reis y tres la de Alberto Caeiro. No olvidemos -se ha repetido tantas veces-, que Pessoa escribió que “el poeta es un fingidor”, y que gustaba de hablar de simulación y de despersonalización. Ese espejo que antes he puesto frente a él, era deformador y múltiple, pero su imagen seguía prendida al cristal aún cuando él se alejase. Un lisboeta como él (pero del siglo XVII), Francisco Manuel de Melo, sentenció un día: “Quisiera hablar más bajo, si la escritura, como la voz, tuviese tonos”. Ignoro si Pessoa conoció tal frase, pero quiero pensar que no le hubiera importado hacerla suya. Recordemos sus versos: “Tu silencio es una nave con todas las velas henchidas…/ Y tu sonrisa en tu silencio es la escalera y las andas/ con que me finjo más alto y junto a cualquier paraíso”.

     No sorprende, pues, que un creador como él, que vivió entregado al mundo de las  letras (se integró en grupos y tertulias, fundó revistas), no publicara en vida más que un solo libro, “Mensagem”, aparecido en 1934, sólo un año antes de su muerte, y en él compiló poemas escritos a lo largo de dos décadas. “Mi corazón es un ánfora que cae y que se parte./ Tu silencio lo recoge y lo guarda, roto, en un rincón”...

Reconstruido, ahora es patrimonio de la poesía universal.

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