Hablillas

Concursos frescos

La televisión adolece de una terrible pereza en verano, pereza que arrastra desde el invierno hace ya varios años.

La televisión adolece de una terrible pereza en verano, pereza que arrastra desde el invierno hace ya varios años. Y es que parece que todo está inventado, que no hay argumentos con qué impresionar al espectador porque éste está ocupado en otro tipo de programas o en el deporte rey. En otoño, invierno y primavera es el fútbol quien domina la pantalla, pero una vez terminados la liga, la Champion, la Eurocopa y los trofeos veraniegos hay un espacio que ocupan los concursos que titulan la hablilla de hoy, esos que tienen al agua como protagonista. En realidad, el nombre ya supone una especie de antítesis porque el concursante no nota el fresco hasta que el líquido elemento lo recoge al perder el equilibrio. Mientras sortea los obstáculos ataviado con tan necesaria protección, suda a la gota gorda. Esta protección -casco, coderas, chaleco, espinilleras, refuerzos y calzado-es la que motiva la comparación con los primeros concursos de este tipo, entonces llamados “competiciones”. El primero que se cruza en la memoria es “un pueblo para Europa” que presentó el Pedro Maciá. Su voz peculiar animaba desde la seriedad a los equipos participantes que todos los lunes del verano entretenían la velada familiar. Curiosamente, este concurso no se cita en el currículum del presentador que aparece en la Web, pero seguro que muchos lo recuerdan. Eran las primeras pruebas de habilidad que vimos realizar a gente anónima que buscaban una diversión participativa más que competitiva. Eran tiempos en que los oponentes incluso se animaban y ayudaban entre ellos. Eran tiempos en los que primaba el respeto, por lo tanto no se utilizaba el ridículo o el miedo del concursante para hacer reír, más bien para que el espectador se riera de él. En consecuencia y en su momento, este programa innovó y abrió el cauce y la influencia posterior para otros con formato y contenido similares, aunque en la actualidad esta innovación ha involucionado, pero este no es el tema de hoy. Esta temporada tenemos repetición, pues vuelven a poner “Splatalot” y “Wipe out”, para jóvenes y adultos respectivamente. Canadiense y americano y además espantosamente doblados, ambos presentan una sucesión de morrazos, porrazos y batacazos que ni siquiera provocan el estiramiento de los labios, a pesar de estar pensados para hacer reír. Caídas que, a pesar de la protección pueden producir, a corto o largo plazo, más de una preocupación. En el primero, los concursantes que caen al agua pueden recuperar la posición y seguir, además de sufrir tirones musculares, chorreones de espuma y una sustancia gelatinosa de color azul que los pone pegajosos y teñidos. Un asco, vamos. El premio es una coronita que deben recoger en lo alto de una cascada. Las caras de los jóvenes muestran sincera alegría y emoción. La poca edad, claro. “Wipe out” es para adultos, con carácter eliminatorio y el ganador puede llevarse hasta 60.000 dólares. Las pruebas son bastante difíciles y la risa no aparece aunque los comentaristas se esfuercen. Todo se aclara cuando ocupan la pantalla. Un maniquí tiene más expresión corporal y facial que ellos. Totalmente hieráticos, apenas se aprecia el movimiento de los labios al hablar. En realidad, son ellos y su sosería las que dan el punto humorístico al programa, lo cual no deja de ser irónico y hasta paradójico. Con este panorama, convendrá, respetado lector, que la lectura, el paseo o la conversación refrescan más que estos concursos. La tele sigue dando calor, como antiguamente.

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