Jerez

¿El nuevo o el viejo Jerez?

A lo peor no es necesario diseñar un nuevo Jerez sino que lo que hay que hacer es mirar hacia el viejo Jerez, el de los palacios destruidos

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Gracias a Juan, el que fuese tasca de la plaza Rafael Rivero, el que mejor limpiaba  los vasos de todo Jerez, he tenido en los últimos días la oportunidad de bucear en ese proyecto que el alcalde Miguel Primo de Rivera hizo en el quinquenio 1965-1970 para nuestra ciudad. Perfiló los cuatro puntos cardinales, apuntó la expansión de Jerez por la zona Este a partir de La Granja; promovió que el centro comercial se  abriese hasta Madre de Dios; consiguió que se estableciese el gran hospital y hasta comenzó a atisbar a Jerez como ciudad de turismo, con el Hotel del mismo nombre como banderín de enganche. Era un proyecto de ciudad, asentado en las viviendas sociales que por esa década promovía el franquismo, que adivinaba el impulso urbanístico que iba a tomar pocos años después. Y ahora, cincuenta años más tarde, es el momento de diseñar ese nuevo Jerez que, a lo peor, no es necesario sino que lo que hay que hacer es mirar hacia el viejo Jerez. Ese de palacios semidestruidos; ese que quizá necesite el emplazamiento de un segundo hospital; ese Jerez de un centro necesitado de una reactivación, de barrios que tienen que volver a nacer urbanísticamente, como el tan cacareado de San Mateo; ese Jerez que quizá no tenga que seguir expandiéndose, sino que tiene que optar por recogerse, por repoblar esa zona de Carmen, Juana de Dios Lacoste, la cuesta de Orbajena, Belén, Mercado, San Mateo, por llenar de contenido y de continente un centro que, al fin y a la postre, es el espejo donde se miran los que llegan de fuera. Ese Jerez que tiene que recuperar el convento del Espíritu Santo, que tiene que intentar que San Francisco siga vivo, que tiene que luchar porque otras órdenes religiosas no miren hacia fuera sino para dentro. Jerez, el nuevo Jerez tiene que nacer de los destrozos que hay en el viejo, en el Jerez de siempre, en el Jerez eterno, en esa ruta de los cuatro evangelistas que es para perderse y que ahora lo que hace es que uno pierda la noción de cuál es la realidad de esta ciudad que comenzó a florecer en los años 60 y que ahora necesita de un proyecto tan real como lo fue aquel, pero un proyecto basado en la verdad de la ciudad.

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